A la primera escucha, pareciera bastante tímido lo que propone Dry Cleaning en su segundo álbum. Tan sólo un año después del sorprendente e interesante “New Long Leg”, “Stumpwork” aparece como una respuesta fugaz a esa fresca y cálida experiencia que fue su debut, con el que alcanzaron altos niveles de popularidad. Dry Cleaning se apropió de referentes clásicos para una nueva fórmula de post punk gracias al carisma e identidad de Florence Shaw en la voz y los arreglos de Tom Dowse en guitarra. En su segundo larga duración, la banda se sacude de toda la atención prestada y da un giro que a ratos nubla o confunde, sin embargo, refina y complementa su sonido.
“Stumpwork” resulta menos accesible que su predecesor, pero con un par de vueltas entrega más de lo que se esperaría de una banda aún joven en la escena. De entrada, “Anna Calls From The Arctic” introduce vientos y una velocidad menos a la estridencia que emanaban y que contrasta con la interpretación de Shaw. Así, la primera parte del álbum avanza con “Kwenchy Kups”, introduciendo guitarras acústicas hasta la original y tradicional “Gary Ashby”, un relato sobre una tortuga perdida. Es notable la interpretación de Shaw, quien con esa inexpresividad al mismo tiempo comunica y atrapa.
Hacia la mitad, “Stumpwork” se trata de momentos y etapas, y allí pareciera evaporarse la energía e identidad tan bien construida que cuesta mantener y reconfigurar. De esta forma, la banda se encarga de dotar a su sonido de nuevos elementos y estructuras, lo que por momentos es interesante y atractivo, sin embargo, en la intención de conjugar aquello se pierden argumentos tan claros como la voz o los arreglos más en bruto. Las letras, por otro lado, son fundamentales para conservar el ritmo de escucha. Allí la banda también refuerza y va más allá a la hora de escribir.
De esencia post punk innegable, el conjunto recurre a su receta clásica en “Don’t Press Me”, integrando aquellos nuevos elementos y refinando la crudeza que conocimos en su anterior trabajo. El ejercicio es interesante y un aporte para sus aspiraciones y nuevos horizontes, no obstante, y pese a jugar con otros elementos, la tarea parece tediosa y se difumina a medida avanza el disco, que también es breve. Con la premura de su ascenso, que los posicionó en la escena y en diversos escenarios importantes, Dry Cleaning pudo haber errado el camino apresurándose en encontrar otro sonido e impronta para su propuesta.
Con “Stumpwork”, y a medida que va encontrando y afinando ese estilo, no cabe duda de que la banda irrumpe con identidad y frescura, teniendo en cuenta el difícil contexto en el que se encuentra, conviviendo con agrupaciones como Shame, Black Country, New Road o Fontaines D.C, entre muchos otros. Dry Cleaning ha logrado destacar por sí sola, manteniendo una coherencia, pero dispersando sus aspiraciones sonoras. Sólo bastan detalles para que logre afinar esa propuesta sin caer en una mezcla que no hará más que eclipsar su potencial.
“Hardcore these days is kinda fucking cool”, sentencia una de las voces en el collage de grabaciones que se escuchan en “Calling Card”. Se trata de la sexta de diez canciones que componen “Only Constant” y es bastante certera en su apreciación. Hoy en día, la escena hardcore atraviesa un refrescante momento de proliferación en los distintos circuitos subterráneos del mundo. Y es que, si bien el hardcore y el punk componen una nutrida e ininterrumpida contracultura, resultaba necesario actualizar los cuestionamientos en torno a este estilo. Con discos como el de GEL, el intercambio generacional se hace latente, mediante un sonido visceral hecho por y para las nuevas generaciones.
En el primer álbum de estudio y en solitario de la banda de New Jersey, la mixtura entre lo nuevo y lo tradicional es de los primeros puntos interesantes que merecen una revisión. Ya sea en la estética o la conformación de los miembros, como también en el contenido de sus canciones, es notorio que los intimidantes y trillados estereotipos se pasan por alto; sin embargo, la crudeza de un sonido cavernario sigue tan latente como en aquellas bandas de hardcore en los ochenta. Justo homenaje también hace la portada, con un arte en blanco y negro que esconde una reminiscencia a exponentes del anarco punk inglés, como los pioneros Crass o Rudimentary Peni.
Con sólo una decena de canciones en un total de 16 minutos, GEL ofrece una fulminante embestida sonora en su estado más elemental. Desde los primeros acoples de guitarra en “Honed Blade”, la banda desarrolla su compromiso con una fórmula cuya máxima es la aspereza del ruido. En este aspecto, el carisma de Sami Kaiser en la voz logra transmitir aquella urgencia destructiva, con gritos aguerridos que destilan la agresiva actitud del quinteto. Como un cúmulo de puñetazos cortos pero arrolladores, “Fortified”, “Attainable”, “Out Of Mind” y “Dicey” repasan la primera mitad del disco en unos comprimidos siete minutos, donde los constantes cambios de velocidad entregan un caótico viaje de exigente ejecución.
Durante el único respiro a lo largo de “Only Constant”, el interludio “Calling Card” se perfila como una llamativa y experimental forma de presentarse como banda. A través de la voz de sus fanáticos, GEL dibuja una declaración de principios donde, entre otras cosas, dejan en claro su identidad abanderada con lo “freak”. Con menos de un minuto de duración, “The Way Out” retoma la rapidez predominante; “Snake Skin” es una alusión sin mayores rodeos a las personalidades hipócritas; mientras que “Compossure”, la más extensa del álbum, se despide en poco más de 170 segundos con una de las canciones más distorsionadas de un álbum de por sí ruidoso.
Sin mucha cabida para sobreanalizar, “Only Constant” es una pieza de ferocidad que no entrega puntos medios: se le aprecia por su simpleza, o simplemente pasa desapercibido por aquellos que no son convocados por esta breve experiencia de caos. En un álbum que se siente con las vísceras, el prometedor “debut” de GEL le da voz a una nueva generación de hardcore punk, jugándosela por la importancia en lo no verbalizado, y posicionándose con coherencia sin caer en repetitivas caricaturas.
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