Desde que Dir En Grey cambió completamente su orientación sonora en “UROBOROS” (2008), la banda japonesa ha ido entregando una serie de trabajos absolutamente excepcionales gracias a la “occidentalización” de su sonido, que los acercó mucho más al death metal progresivo y un sello sonoro ampliamente marcado por el avant garde, donde las guitarras eran el ingrediente principal. Es curioso que, con tanta calidad, trabajos como “DUM SPIRO SPERO” (2011) o “ARCHE” (2014) generen tanta división en los fanáticos, que prefieren ver al conjunto más amarrado a los cánones del visual kei con un sonido que nunca fue de su exclusiva propiedad en una industria tan repleta de agrupaciones sonando similares, por lo que el camino un poco más dosificado entre el nuevo y antiguo Dir En Grey que se apreció en “The Insulated World” (2018) sigue haciéndose presente en este undécimo larga duración del quinteto, ya que con “PHALARIS” se enfrentan nuevamente a la dualidad de mezclar su sonido actual con guiños a lo que les hizo transformarse en una de las bandas más populares de Japón.
Basta con la apertura de “Schadenfreude” para comprender que el camino que sigue la banda en este trabajo es el de tomar un poco de todos los elementos que han explorado durante sus 25 años de carrera y encapsularlos en un álbum que sigue la experimentación en términos de mezclar estilos, pero que, a la vez, se mantiene jugando a la segura, especialmente con la voz de Kyo, que se advierte un poco más armónica que de costumbre. Es quizás en este punto donde “PHALARIS” más logra conectar con la fanaticada dura, entregándoles el sabor de siempre, pero con una pequeña alteración hacia lo presentado en sus últimos años, ya que canciones como “Oboro”, “The Perfume Of Sins” o “13” se mantienen siempre en la línea de la convencionalidad, aunque a ratos alejándose un poco para experimentar más allá de los márgenes. De todas formas, el juego de guitarras de Die y Kaoru es la demostración precisa de cómo la banda va abarcando estos distintos terrenos de una forma más asegurada y sin complicarse en el ejercicio, debido a que esta es indudablemente una obra más acercada a quienes extrañaban el sonido de “Withering To Death” (2005) que algo un tanto más diferente.
Es la dualidad entre momentos más melódicos y la estridencia pertinente de la sección instrumental lo que va condimentando pasajes como “Ochita Koto No Aru Sora” o “Mouai Ni Shosu” para ejemplificar el constante vaivén entre la fórmula más probada y la aventura más arriesgada. En este último track, por ejemplo, se logra pulir mucho más la impecable ejecución en términos instrumentales de la banda, donde el bajo de Toshiya y la batería de Shinya se lucen para aportarle clase y un tempo completamente en regla con los dinámicos intercambios por parte de los dos guitarristas. Evidentemente, y ahora más que nunca, Kyo es la guinda del pastel con sus cambios vocales entre las líneas más melódicas que se la han escuchado en mucho tiempo, y un gutural profundo y con consistencia, esto último uno de los elementos que más les ha permitido destacar fuera de sus fronteras natales.
El que es probablemente el momento más pesado del disco llega de la mano de “Eddie”, una canción donde Dir En Grey saca a relucir su mejor forma instrumental, algo que recuerda inmediatamente a su implacable energía en vivo y la capacidad de alterar a un público fiel en un teatro o a un mar de desconocidos en un festival lleno de bandas mucho más convencionales que ellos. Hacia el cierre, la agrupación establece sus principios con una intensa composición en “Otogi” y un punto final a la altura con “Kamuy”, canción de más de nueve minutos, donde cada integrante encuentra su momento para brillar aún más al terminar una obra que de por sí se encarga de demostrar su calidad interpretativa durante sus más de 53 minutos de duración. Con once tracks, Dir En Grey declara fuerte y claro que este es su sonido, aunque las intenciones detrás de un álbum como este no queden del todo dichas.
En un grupo tan acostumbrado a la experimentación, es raro que entreguen un álbum que juegue completamente a la segura, pero esta afirmación no quita que “PHALARIS” sea un excepcional trabajo en su calidad interpretativa, incluso cuando a la larga no aporte nada diferente a su extenso catálogo. El caso con Dir En Grey es que generalmente va estructurando su carrera en diferentes etapas con un sonido marcado y, a juzgar por su historia pasada y lo mostrado en este LP y su antecesor, nos encontramos en mitad del camino de otra era más del quinteto, una donde han optado por condensar de la mejor forma posible sus diferentes períodos para lograr un disco que sea para todos. Es difícil pensar que hayan echado pie atrás con lo alcanzado en su brillante y excepcional trilogía de discos entre 2008 y 2014, pero no es tan extraño tener claro que siguen conscientes de sus capacidades y logran mantenerse vigentes sin necesidad de caer en el auto plagio, o en una descafeinada versión de ellos mismos.
“Hardcore these days is kinda fucking cool”, sentencia una de las voces en el collage de grabaciones que se escuchan en “Calling Card”. Se trata de la sexta de diez canciones que componen “Only Constant” y es bastante certera en su apreciación. Hoy en día, la escena hardcore atraviesa un refrescante momento de proliferación en los distintos circuitos subterráneos del mundo. Y es que, si bien el hardcore y el punk componen una nutrida e ininterrumpida contracultura, resultaba necesario actualizar los cuestionamientos en torno a este estilo. Con discos como el de GEL, el intercambio generacional se hace latente, mediante un sonido visceral hecho por y para las nuevas generaciones.
En el primer álbum de estudio y en solitario de la banda de New Jersey, la mixtura entre lo nuevo y lo tradicional es de los primeros puntos interesantes que merecen una revisión. Ya sea en la estética o la conformación de los miembros, como también en el contenido de sus canciones, es notorio que los intimidantes y trillados estereotipos se pasan por alto; sin embargo, la crudeza de un sonido cavernario sigue tan latente como en aquellas bandas de hardcore en los ochenta. Justo homenaje también hace la portada, con un arte en blanco y negro que esconde una reminiscencia a exponentes del anarco punk inglés, como los pioneros Crass o Rudimentary Peni.
Con sólo una decena de canciones en un total de 16 minutos, GEL ofrece una fulminante embestida sonora en su estado más elemental. Desde los primeros acoples de guitarra en “Honed Blade”, la banda desarrolla su compromiso con una fórmula cuya máxima es la aspereza del ruido. En este aspecto, el carisma de Sami Kaiser en la voz logra transmitir aquella urgencia destructiva, con gritos aguerridos que destilan la agresiva actitud del quinteto. Como un cúmulo de puñetazos cortos pero arrolladores, “Fortified”, “Attainable”, “Out Of Mind” y “Dicey” repasan la primera mitad del disco en unos comprimidos siete minutos, donde los constantes cambios de velocidad entregan un caótico viaje de exigente ejecución.
Durante el único respiro a lo largo de “Only Constant”, el interludio “Calling Card” se perfila como una llamativa y experimental forma de presentarse como banda. A través de la voz de sus fanáticos, GEL dibuja una declaración de principios donde, entre otras cosas, dejan en claro su identidad abanderada con lo “freak”. Con menos de un minuto de duración, “The Way Out” retoma la rapidez predominante; “Snake Skin” es una alusión sin mayores rodeos a las personalidades hipócritas; mientras que “Compossure”, la más extensa del álbum, se despide en poco más de 170 segundos con una de las canciones más distorsionadas de un álbum de por sí ruidoso.
Sin mucha cabida para sobreanalizar, “Only Constant” es una pieza de ferocidad que no entrega puntos medios: se le aprecia por su simpleza, o simplemente pasa desapercibido por aquellos que no son convocados por esta breve experiencia de caos. En un álbum que se siente con las vísceras, el prometedor “debut” de GEL le da voz a una nueva generación de hardcore punk, jugándosela por la importancia en lo no verbalizado, y posicionándose con coherencia sin caer en repetitivas caricaturas.