La tarea era compleja, en especial para Annie Clark, la mente detrás del proyecto St. Vincent. Tanto ella como David Byrne han andado por un camino lleno de elogios y buenos resultados, con elegancia, texturas y sonidos particularmente cuidados. Razón de sobra para esperar buenos resultados. Aún más expectativas se formaban con la información que indicaba que el trabajo había sido extenso, en sesiones desde 2010 y con varias presentaciones en conjunto por sorpresa, para darle forma a un álbum llamado “Love This Giant”.
Byrne es un reconocido explorador del pop, pero es St. Vincent (Annie Clark) el proyecto que había mostrado mayor solidez en el tiempo y, por consiguiente, con mucho más que perder en un trabajo como este. Y al final eso pasa. Byrne toma un mayor peso por su sola trayectoria brillante, su prestigio y su mera presencia, y Clark queda en un segundo plano bastante engañoso. Esto porque si bien en las líricas y en la cuota de cuánto tiempo canta don David lleva la delantera, los matices sonoros, los juegos en la mezcla, la producción –donde está el colaborador de St. Vincent, John Congleton-, todo apunta a Annie y su dinámica de compases quebrados y melodías pulcras y fluidas.
Tampoco es que Byrne no haga nada, pero gran parte de los detalles son por cuenta de la señorita Clark. De hecho, hace bastante tiempo que no se oía a un David Byrne en un disco tan enérgico y fino, que le hiciera justicia a su estirpe de innovador elegante del pop luego de inocuas colaboraciones con Brian Eno (“Everything That Happens Will Happen Today”, 2008) y Fatboy Slim (“Here Lies Love”, 2010).
“Who” fue un brillante single de adelanto, lleno de quiebres y bronces. Ese toque cálido de los vientos que son usados para acrecentar un sonido pop simple. Y esta decisión fue tomada por Annie Clark, que en el lejano 2010 le propuso a Byrne incluir ese tipo de instrumentos para generar un producto más alejado de sus esfuerzos personales; apuesta ganadora.
También Clark se luce con “Ice Age”, canción que calzaría perfecto en el gran “Strange Mercy”, su disco de 2011, donde sus tics y manías se notan clarísimas. “Weekend In The Dust” o la ceremoniosa “Dinner For Two” no son muy interesantes, pero por lo menos ayudan a notar cierta coherencia en el registro, al igual que la armonía inicial de la expansiva “I Am An Ape”. No obstante, las composiciones no terminan siendo el mayor fuerte de “Love This Giant”. Se nota que David Byrne se movió de su zona de confort compositivo y que el movimiento fue desde las historias personales hacia la grandilocuencia de un sonido épico y unas letras con vocación de grandes alturas.
Donde esto se logra con total certeza es en el estupendo par final de tracks. La colaboración de la orquesta de ritmos africanos Antibalas y The Dap-Kings hace que el ritmo y dinámica de “The One Who Broke Your Heart” sea una delicia, mientras que el cierre con “Outside Of Space & Time” –compuesta sólo por Byrne- abre una puerta con el espacio exterior.
Un acierto es lograr uno de los álbumes que mejor suenan del año tomando un gran riesgo. Basar un disco completo en el poder de los bronces, es confiar demasiado en las capacidades de la producción y el trabajo se realiza de gran forma. No sólo el sonido de los bronces se destaca, sino que muchas veces tienen el mismo resultado pulsional que las cuerdas, sin caer en el cliché.
“Love This Giant” es un disco que no resulta tan bien urdido como colaboración, porque en diferentes ítems se denota dominación de uno u otro. En materia de sonido es innegable que es uno de los mejores registros del año, principalmente por lo que Annie Clark puede urdir. Sin embargo, un disco no se puede basar en netos detalles. La composición es la gran deuda de una construcción que, pese a no edificar grandes cimientos, tiene gigantescas terminaciones. De todas maneras, un triunfo.