El ejercicio de escuchar música en formato álbum es una experiencia que se puede abordar de muchas maneras. Ya sea como una instancia de reflexión, de placer o legítima belleza, también ofrece la oportunidad de adentrarse en un ritual incómodo, áspero o difícil de sobrellevar, lo que podría interpretarse como una exploración en terrenos abruptos, y el sonido de Chat Pile se aloja en este segundo grupo. Ocupando una estética inquietante tanto en lo sonoro como lo narrativo, es capaz de transmitir un imaginario brutalmente real, donde la incomodidad se torna un proceso catártico y aplastante. Si bien, “God’s Country” es el primer larga duración de la banda, se trata de un trabajo que acumula ciertas expectativas desde hace algunos años. Y es que en sus dos EPs previos, “This Dungeon Earth” y “Remove Your Skin Please”, ambos de 2019, es posible vislumbrar las primeras composiciones colmadas de dureza y disonancia, las cuales cautivan y espantan por partes iguales. Tal como era de esperarse, este álbum debut profundiza en aquel sonido sofocante.
Más allá de lo intenso en cuanto lo musical, el principal mérito de “God’s Country” se encuentra en su carácter conceptual. Con nueve canciones y cerca de 40 minutos, Chat Pile hace una radiografía a los puntos más oscuros de la tierra de la libertad y la nación elegida por Dios, problematizando un modelo en pleno proceso de deshumanización. Los alaridos de Raygun Busch en “Slaughterhouse” muestran desde un comienzo este ejercicio de observación, donde la visceralidad interpretativa y los ritmos densos son los recursos para referirse a la brutalidad al interior de los mataderos y la industria de la carne. Haciendo un puente en este mapa de horrores cotidianos, “Why” trata sobre los altos niveles de indigencia a nivel mundial, viendo la problemática como algo paradójico y uno de los mayores signos de desigualdad. Continuando por este mismo recorrido, “Tropical Beaches, Inc.” habla sobre las ilusiones de felicidad y bienestar difundidas por los medios de comunicación, reduciendo al dinero como sinónimo de éxito y la única meta personal.
La adicción a las drogas es otra arista que aborda el álbum. Desde la primera persona, Busch se refiere a su adicción a la heroína en “Wicked Puppet Dance” y cómo es que el abuso de sustancias conlleva al deterioro tanto físico como mental, además de la pérdida de toda conciencia. En este mismo sentido, las secuelas y dificultades para sobrellevar una drogadicción se reflejan en “grimace_smoking_weed.jpeg”, manifestándose a través de la personificación de una figura monstruosa que atormenta al autor.
Delimitando una delgada línea entre fantasía y realidad, “Pamela” es una canción en que el narrador se posiciona desde la mirada de Pamela Voorhees, la madre del protagonista de la serie de películas “Friday The 13th”. Si bien, se trata de un personaje de ficción, la figura de Jason es un buen ejemplo de cómo un “monstruo” es resultado del abuso y la antipatía de su entorno, siendo este el punto en común con el hilo conductor de este disco.
Entregando algunos trazos que no son parte de la ficción, “The Mask” se centra en los crímenes de Roger Dale Stafford, quien asesinó a seis empleados del restaurante Sirloin Stockade en 1978. En un track que cuenta con un menor grado de capas de intensidad, “Anywhere” relata una situación lamentable y cotidiana como los tiroteos de Estados Unidos, aludiendo al sonido de los disparos como una metáfora misma del colapso de la humanidad. Alejándose por un momento de los ruidos mecánicos, “I Don’t Care If I Burn” es una composición que, pese a su sencillez, no deja de ser espeluznante. En esta ocasión, el monótono relato del vocalista es interrumpido por algunos gritos desgarradores, transportando la experiencia auditiva de forma bastante cercana a campos cinematográficos como el terror psicológico.
En un recorrido donde se visitan las sombras detrás del sueño americano, Chat Pile es una masa sonora espesa, que funciona como mixtura de otros proyectos igual de intensos, entreviendo referencias al ritmo frío y mecánico de Godflesh, o la feroz postal de realidad dibujada por Napalm Death. “God’s Country” invita a preguntarnos cuál es el rumbo que estamos tomando como humanidad y, dentro de un contexto de crisis social, medioambiental y extractiva, este álbum es un vistazo a aquellos aspectos más oscuros e indeseables del ser humano.
“Hardcore these days is kinda fucking cool”, sentencia una de las voces en el collage de grabaciones que se escuchan en “Calling Card”. Se trata de la sexta de diez canciones que componen “Only Constant” y es bastante certera en su apreciación. Hoy en día, la escena hardcore atraviesa un refrescante momento de proliferación en los distintos circuitos subterráneos del mundo. Y es que, si bien el hardcore y el punk componen una nutrida e ininterrumpida contracultura, resultaba necesario actualizar los cuestionamientos en torno a este estilo. Con discos como el de GEL, el intercambio generacional se hace latente, mediante un sonido visceral hecho por y para las nuevas generaciones.
En el primer álbum de estudio y en solitario de la banda de New Jersey, la mixtura entre lo nuevo y lo tradicional es de los primeros puntos interesantes que merecen una revisión. Ya sea en la estética o la conformación de los miembros, como también en el contenido de sus canciones, es notorio que los intimidantes y trillados estereotipos se pasan por alto; sin embargo, la crudeza de un sonido cavernario sigue tan latente como en aquellas bandas de hardcore en los ochenta. Justo homenaje también hace la portada, con un arte en blanco y negro que esconde una reminiscencia a exponentes del anarco punk inglés, como los pioneros Crass o Rudimentary Peni.
Con sólo una decena de canciones en un total de 16 minutos, GEL ofrece una fulminante embestida sonora en su estado más elemental. Desde los primeros acoples de guitarra en “Honed Blade”, la banda desarrolla su compromiso con una fórmula cuya máxima es la aspereza del ruido. En este aspecto, el carisma de Sami Kaiser en la voz logra transmitir aquella urgencia destructiva, con gritos aguerridos que destilan la agresiva actitud del quinteto. Como un cúmulo de puñetazos cortos pero arrolladores, “Fortified”, “Attainable”, “Out Of Mind” y “Dicey” repasan la primera mitad del disco en unos comprimidos siete minutos, donde los constantes cambios de velocidad entregan un caótico viaje de exigente ejecución.
Durante el único respiro a lo largo de “Only Constant”, el interludio “Calling Card” se perfila como una llamativa y experimental forma de presentarse como banda. A través de la voz de sus fanáticos, GEL dibuja una declaración de principios donde, entre otras cosas, dejan en claro su identidad abanderada con lo “freak”. Con menos de un minuto de duración, “The Way Out” retoma la rapidez predominante; “Snake Skin” es una alusión sin mayores rodeos a las personalidades hipócritas; mientras que “Compossure”, la más extensa del álbum, se despide en poco más de 170 segundos con una de las canciones más distorsionadas de un álbum de por sí ruidoso.
Sin mucha cabida para sobreanalizar, “Only Constant” es una pieza de ferocidad que no entrega puntos medios: se le aprecia por su simpleza, o simplemente pasa desapercibido por aquellos que no son convocados por esta breve experiencia de caos. En un álbum que se siente con las vísceras, el prometedor “debut” de GEL le da voz a una nueva generación de hardcore punk, jugándosela por la importancia en lo no verbalizado, y posicionándose con coherencia sin caer en repetitivas caricaturas.