Como muchos saben, Blackfield es el resultado de la unión del músico y productor Steven Wilson y del también músico israelí Aviv Geffen, quienes han logrado construir una trayectoria que va más allá de un simple proyecto. Su esfuerzo más reciente es “Blackfield V”, una exploración sónica que, si bien no se aparta del sonido que identifica a la banda y su trayectoria, sí agrega otros elementos, sobre todo en la diversidad del sonido y en sus líricas, representadas en el concepto de la placa, que se basa de forma libre en el océano y en el ciclo de la vida. Acá cada pista es rica en melodías y tintes acústicos, denotando la fascinación del dúo por el sonido nostálgico de las bandas de rock progresivo de los años 70, sonido que ellos son capaces de modernizar y actualizar.
El álbum abre con la breve y sinfónica “A Drop In The Ocean”, canción orquestal de corte cinematográfico que introduce de forma lineal con “Family Man”, tema potente que nos trae a Wilson a la vanguardia y cantando en su reconocido estilo en su lado solista; enlazando luego con “How Was Your Ride?”, canción de cuidados acordes de piano y un solo de guitarra tan melódico como nostálgico. Le siguen “We’ll Never Be Apart” y “Sorrys”, con Aviv en la voz, una más cruda y orgánica que complementa de buena forma con el concepto del álbum y del dúo en general; esta narrativa a dos voces atrae al oyente al mundo sónico que está siendo pintado. “Life Is An Ocean” se inicia un poco repetitiva, pero luego se transforma y hace que la canción tome mayor personalidad, aunque en general deja la idea de que podría haber sido un poco más dinámica o enérgica.
El disco continúa con “Lately”, una pieza sencilla que no pretende ser nada más que una simple canción de rock, y cumple la función de complementar la temática o concepto de la placa. Punto alto del álbum es “The Jackal”, contando con buenos riffs en estilo blues libre destemplado y eléctrico, para luego dar con un coro calmo y amplio, entregado por la combinación de voces de Wilson y Geffen, el que nos pone en territorios familiares de suave sonido pop-rock, más un inspirado solo de guitarra que a más de alguno recordará a Pink Floyd, lo que desemboca sin cortes en el instrumental melódico y pulcro de guitarras eléctrica y acústica llamado “Salt Water”, canción que sirve casi de interludio para la última parte del trabajo.
El adiós de las olas del álbum son dos temas también destacables, más una conclusión: “Undercover Heart”, que tiene un labor muy interesante en la interacción entre liricas y su estructura melódica, para dar pie a “Lonely Soul”, canción con voz femenina que nos repite varias veces “Everything is broken, everything is chaos”, pero no en un sentido trágico, sino más bien en uno de recordatorio ante la importancia de las cosas, aviso entregado con arreglos musicales destacados en el trabajo del bajo, la batería y las voces. La última canción, “From 44 To 48”, nos deja claros que es el final del viaje y es el mismo Steven Wilson, apoyado en paisajes sonoros suaves, atractivos y muy coloridos, el que cierra el camino de forma digna y pausada.
“Blackfield V” es un álbum muy bien producido, que requiere varias escuchas para descifrar su naturaleza, ya en la primera pasada puede parecer pequeño o monótono, pero es en su escucha atenta donde se encuentran las pinceladas y las sutilezas de sus detalles, sobre todo en el trabajo de voces y guitarras, el que es entregado con muy poca estridencia. Este es un álbum que representa bien su concepto oceánico y vital, son olas, y si bien estas se repiten, nunca son iguales unas con otras.
“Hardcore these days is kinda fucking cool”, sentencia una de las voces en el collage de grabaciones que se escuchan en “Calling Card”. Se trata de la sexta de diez canciones que componen “Only Constant” y es bastante certera en su apreciación. Hoy en día, la escena hardcore atraviesa un refrescante momento de proliferación en los distintos circuitos subterráneos del mundo. Y es que, si bien el hardcore y el punk componen una nutrida e ininterrumpida contracultura, resultaba necesario actualizar los cuestionamientos en torno a este estilo. Con discos como el de GEL, el intercambio generacional se hace latente, mediante un sonido visceral hecho por y para las nuevas generaciones.
En el primer álbum de estudio y en solitario de la banda de New Jersey, la mixtura entre lo nuevo y lo tradicional es de los primeros puntos interesantes que merecen una revisión. Ya sea en la estética o la conformación de los miembros, como también en el contenido de sus canciones, es notorio que los intimidantes y trillados estereotipos se pasan por alto; sin embargo, la crudeza de un sonido cavernario sigue tan latente como en aquellas bandas de hardcore en los ochenta. Justo homenaje también hace la portada, con un arte en blanco y negro que esconde una reminiscencia a exponentes del anarco punk inglés, como los pioneros Crass o Rudimentary Peni.
Con sólo una decena de canciones en un total de 16 minutos, GEL ofrece una fulminante embestida sonora en su estado más elemental. Desde los primeros acoples de guitarra en “Honed Blade”, la banda desarrolla su compromiso con una fórmula cuya máxima es la aspereza del ruido. En este aspecto, el carisma de Sami Kaiser en la voz logra transmitir aquella urgencia destructiva, con gritos aguerridos que destilan la agresiva actitud del quinteto. Como un cúmulo de puñetazos cortos pero arrolladores, “Fortified”, “Attainable”, “Out Of Mind” y “Dicey” repasan la primera mitad del disco en unos comprimidos siete minutos, donde los constantes cambios de velocidad entregan un caótico viaje de exigente ejecución.
Durante el único respiro a lo largo de “Only Constant”, el interludio “Calling Card” se perfila como una llamativa y experimental forma de presentarse como banda. A través de la voz de sus fanáticos, GEL dibuja una declaración de principios donde, entre otras cosas, dejan en claro su identidad abanderada con lo “freak”. Con menos de un minuto de duración, “The Way Out” retoma la rapidez predominante; “Snake Skin” es una alusión sin mayores rodeos a las personalidades hipócritas; mientras que “Compossure”, la más extensa del álbum, se despide en poco más de 170 segundos con una de las canciones más distorsionadas de un álbum de por sí ruidoso.
Sin mucha cabida para sobreanalizar, “Only Constant” es una pieza de ferocidad que no entrega puntos medios: se le aprecia por su simpleza, o simplemente pasa desapercibido por aquellos que no son convocados por esta breve experiencia de caos. En un álbum que se siente con las vísceras, el prometedor “debut” de GEL le da voz a una nueva generación de hardcore punk, jugándosela por la importancia en lo no verbalizado, y posicionándose con coherencia sin caer en repetitivas caricaturas.