Con cuatro discos bajo el brazo y firmando un catálogo que en su estilo roza la perfección, es difícil no prestar atención a lo que sea que la banda de Brooklyn tenga que decir. Es en este escenario que el cuarteto se decide a subir la apuesta e invita a recorrer un disco que no sólo tiene un título increíblemente extenso, sino que, además, se despliega a lo largo de 20 canciones y nada menos que 80 minutos. A la mirada de muchos, probablemente excesivo, y sin duda tremendamente arriesgado conociendo los desafíos que presentan las placas de esta extensión, que habitualmente tienden más a repetirse que a proponer nuevos motivos sonoros que justifiquen su duración. Por fortuna, justamente es en ese apartado donde Big Thief se anota su mayor triunfo, dando vida a un viaje que básicamente hace de la exploración sonora su máximo objetivo.
Una de las primeras cosas que llama la atención de “Dragon New Warm Mountain I Believe In You” es que, a diferencia de sus trabajos anteriores, la banda optó por entregar la producción del disco a James Krivchenia, baterista del conjunto, en un giro que, a vista de los resultados, parece haber sido un completo acierto. Krivchenia se encarga no sólo de abrir los espacios necesarios para la exploración sonora del conjunto, sino que además aprovecha perfecto sus áreas de mayor destreza y termina regalándole al disco una identidad que en términos rítmicos es increíblemente atractiva. Ejemplos de esto hay múltiples a lo largo del tracklist, siendo quizás los más evidentes lo que vemos pasar en “Time Escaping”, corte plagado de pequeñas y rústicas percusiones, o también todo lo que acompaña la trastienda de cortes de naturaleza más delicada, como “Change” o “Dragon New Warm Mountain I Believe In You”, donde hasta carámbanos (estalactitas de hielo) aparecen en los créditos. Una delicia para disfrutar con audífonos.
Sin embargo, es en la esquina estilística donde este trabajo se desmarca. Sin ir más lejos, basta escuchar los tres primeros cortes para ver cómo hay una intención explícita por no permanecer en el mismo lugar sonoro. “Change” abre con una propuesta indiefolk, que luego da paso a “Time Escaping” de identidad más experimental, en lo que se podría catalogar de folk psicodélico con toques de funk, y luego “Spud Infinity” vuelve a mover las cosas, trasladando todo a un terreno de abierto espíritu country (trompe incluido y además ineludible durante toda la canción). No obstante, el álbum no se queda ahí y se las arregla para seguir sumando nuevas propuestas. Así van transitando ante nosotros el maravilloso dreampop de “Flower Of Blood”, el hipnótico triphop de ¨Blurred View” –encargado de cerrar la primera mitad del viaje–, momentos de desvergonzado pop como en la contagiosa “Simulation Swarm”, e incluso cortes como “Dried Roses” o “Promise Is A Pendulum”, mucho más en línea con el trabajo solista de Lenker.
En lo lírico, “Dragon New Warm Mountain I Believe In You” también se anota más de una postal digna de destacar. La más obvia viene de la mano del track que da nombre al disco y que se encarga de terminar el diálogo que la propia Lenker abre en “Anything” del álbum “Songs” (2020). Mucho de separaciones, o más bien de dejar partir, hay en la narrativa de Lenker en esta oportunidad también, en un tono que va desde la aceptación, como en la sobrecogedora “Promise Is A Pendulum”, a momentos de dolorosa reflexión, como en “Little Things”. Sin embargo, son los ciclos y sus cierres (dolorosos o no) donde más se eleva este álbum en lo narrativo, siendo el círculo más interesante el que la banda decide crear entre “Change”, que abre la placa, y “Blue Lightning”, encargada de cerrar el disco. Acá vemos cómo al comienzo Lenker canta “Vivirías para siempre / Nunca morirías” y sólo al final del disco responde diciendo: “Quiero vivir para siempre / Hasta que muera”, lo que básicamente es un rotundo “no”. Simplemente brillante.
Mucho hay para decir de este gran álbum. De hecho, una de ellas es que por primera vez la banda se aventura a incluir un quinto integrante, en este caso Mat Davidson (arreglos de cuerdas, pedal steel y acordeón), contribuyendo en siete de los veinte tracks, lo que, de alguna manera, resume muy bien el momento que está atravesando el conjunto. “Dragon New Warm Mountain I Believe In You” es un álbum de un grupo dispuesto a abrir puertas, estilísticas, personales e incluso técnicas. Es un trabajo que apuesta fuerte y no se queda corto a la hora de dar vida a un viaje multifacético, consistente y, sobre todo, entretenido de escuchar. Algo de encantamiento hay en el momento que vive el conjunto; incluso la misma Adrianne Lenker ha reconocido que la dinámica del conjunto le parece mágica, lo que hace difícil pasar por este álbum y sentarse a esperar el próximo gran trabajo del conjunto. Lo mejor es sumergirse sin contemplaciones en este viaje y disfrutar el momento porque nunca sabemos cuánto va durar la magia.
“Hardcore these days is kinda fucking cool”, sentencia una de las voces en el collage de grabaciones que se escuchan en “Calling Card”. Se trata de la sexta de diez canciones que componen “Only Constant” y es bastante certera en su apreciación. Hoy en día, la escena hardcore atraviesa un refrescante momento de proliferación en los distintos circuitos subterráneos del mundo. Y es que, si bien el hardcore y el punk componen una nutrida e ininterrumpida contracultura, resultaba necesario actualizar los cuestionamientos en torno a este estilo. Con discos como el de GEL, el intercambio generacional se hace latente, mediante un sonido visceral hecho por y para las nuevas generaciones.
En el primer álbum de estudio y en solitario de la banda de New Jersey, la mixtura entre lo nuevo y lo tradicional es de los primeros puntos interesantes que merecen una revisión. Ya sea en la estética o la conformación de los miembros, como también en el contenido de sus canciones, es notorio que los intimidantes y trillados estereotipos se pasan por alto; sin embargo, la crudeza de un sonido cavernario sigue tan latente como en aquellas bandas de hardcore en los ochenta. Justo homenaje también hace la portada, con un arte en blanco y negro que esconde una reminiscencia a exponentes del anarco punk inglés, como los pioneros Crass o Rudimentary Peni.
Con sólo una decena de canciones en un total de 16 minutos, GEL ofrece una fulminante embestida sonora en su estado más elemental. Desde los primeros acoples de guitarra en “Honed Blade”, la banda desarrolla su compromiso con una fórmula cuya máxima es la aspereza del ruido. En este aspecto, el carisma de Sami Kaiser en la voz logra transmitir aquella urgencia destructiva, con gritos aguerridos que destilan la agresiva actitud del quinteto. Como un cúmulo de puñetazos cortos pero arrolladores, “Fortified”, “Attainable”, “Out Of Mind” y “Dicey” repasan la primera mitad del disco en unos comprimidos siete minutos, donde los constantes cambios de velocidad entregan un caótico viaje de exigente ejecución.
Durante el único respiro a lo largo de “Only Constant”, el interludio “Calling Card” se perfila como una llamativa y experimental forma de presentarse como banda. A través de la voz de sus fanáticos, GEL dibuja una declaración de principios donde, entre otras cosas, dejan en claro su identidad abanderada con lo “freak”. Con menos de un minuto de duración, “The Way Out” retoma la rapidez predominante; “Snake Skin” es una alusión sin mayores rodeos a las personalidades hipócritas; mientras que “Compossure”, la más extensa del álbum, se despide en poco más de 170 segundos con una de las canciones más distorsionadas de un álbum de por sí ruidoso.
Sin mucha cabida para sobreanalizar, “Only Constant” es una pieza de ferocidad que no entrega puntos medios: se le aprecia por su simpleza, o simplemente pasa desapercibido por aquellos que no son convocados por esta breve experiencia de caos. En un álbum que se siente con las vísceras, el prometedor “debut” de GEL le da voz a una nueva generación de hardcore punk, jugándosela por la importancia en lo no verbalizado, y posicionándose con coherencia sin caer en repetitivas caricaturas.