La añoranza recorre largas distancias, y el anhelo es una fuerza poderosa que acerca lo que no está en el presente, moviendo espacio y tiempo. Pese a lo nebulosa y aparentemente esquiva de su propuesta, Beach House lleva casi 20 años manejando este tipo de energía, y su octavo álbum, “Once Twice Melody”, es el punto cumbre de esta dirección. En su disco más extenso y detallista, el proyecto de Baltimore es más transparente y se permite generar emociones en un espectro que recorre kilómetros, intensidades, e intimidades.
Con 18 tracks y más de 84 minutos de duración, la estrategia para ayudar a la escucha más simple vino con la división del álbum en cuatro capítulos, lanzados como EPs cada mes desde el anuncio de este LP. Eso hace que ya haya familiaridad con parte de las canciones y lo nuevo se pueda digerir de mejor manera. Además, los capítulos tienen sentido en su división, más allá de lo temporal. El primero incluye las composiciones más inmediatas, el segundo tiene el lado más romántico, el tercero presenta su estado más cinemático –característica atribuible a todo el disco igualmente–, y el cuarto tiene esa inevitabilidad de los finales, con una solemnidad gloriosa.
Alex Scally y Victoria Legrand produjeron por primera vez un álbum completo en solitario, y se tomaron el tiempo más extenso entre un disco y otro, cuatro años tras lanzar “7” (2018), y lo hacen poniendo por primera vez a una banda de cuerdas, además de sus recursos ya habituales. Con David Campbell en los arreglos (Adele, Evanescence, Harry Styles, Muse, The 1975) podría pensarse que el protagonismo estaría por aquel flanco, pero no: el manejo del deseo cantado, tocado e imaginado es total, y nada explota más de lo necesario. Mientras las ganas pueden ser un catalizador importante, el control permite que la añoranza remita a nostalgias en vez de a frustraciones.
Aunque en “Once Twice Melody” existen momentos imperfectos, como el alargue prescindible de “Over And Over” o lo poco memorable de “Illusion Of Forever”, ni siquiera eso implica la existencia de algo malo, sólo un poco más bajo del resto que está al estándar que acostumbra Beach House. La oscuridad ochentera y gótica de “Masquerade”, el mejor loop del LP doble en “Only You Know”, la escalada sentimental synth pop de “Superstar”, o “The Bells”, una balada atmosférica llena de ansias por las distancias por recorrer, son peaks de un álbum que orbita cerca del espacio exterior, o del más interior.
El combo 1-2 final es demoledor, primero con “Many Nights”, cuya calma nos lleva en la corriente como un mar calmo y listo para la tormenta, y luego con el despertar más onírico en “Modern Love Stories”. Esta canción es una epifanía para el proyecto completo, en su primera mitad develando que el descorazonamiento es algo realmente universal, que ha ocurrido siempre, y siempre ocurrirá, y en su segunda parte poniendo como un espejo a lo onírico con lo tangible.
A veces, el universo cabe en una cama, o el cielo puede ser el techo, mientras alguien supera las ataduras para sentir, sea muy de cerca o a miles de kilómetros de distancia. “Once Twice Melody” termina siendo una exploración sobre lo íntimo en lo eterno, y la demostración de cómo una banda logra su trabajo más celestial al abrir sus vulnerabilidades.
“Hardcore these days is kinda fucking cool”, sentencia una de las voces en el collage de grabaciones que se escuchan en “Calling Card”. Se trata de la sexta de diez canciones que componen “Only Constant” y es bastante certera en su apreciación. Hoy en día, la escena hardcore atraviesa un refrescante momento de proliferación en los distintos circuitos subterráneos del mundo. Y es que, si bien el hardcore y el punk componen una nutrida e ininterrumpida contracultura, resultaba necesario actualizar los cuestionamientos en torno a este estilo. Con discos como el de GEL, el intercambio generacional se hace latente, mediante un sonido visceral hecho por y para las nuevas generaciones.
En el primer álbum de estudio y en solitario de la banda de New Jersey, la mixtura entre lo nuevo y lo tradicional es de los primeros puntos interesantes que merecen una revisión. Ya sea en la estética o la conformación de los miembros, como también en el contenido de sus canciones, es notorio que los intimidantes y trillados estereotipos se pasan por alto; sin embargo, la crudeza de un sonido cavernario sigue tan latente como en aquellas bandas de hardcore en los ochenta. Justo homenaje también hace la portada, con un arte en blanco y negro que esconde una reminiscencia a exponentes del anarco punk inglés, como los pioneros Crass o Rudimentary Peni.
Con sólo una decena de canciones en un total de 16 minutos, GEL ofrece una fulminante embestida sonora en su estado más elemental. Desde los primeros acoples de guitarra en “Honed Blade”, la banda desarrolla su compromiso con una fórmula cuya máxima es la aspereza del ruido. En este aspecto, el carisma de Sami Kaiser en la voz logra transmitir aquella urgencia destructiva, con gritos aguerridos que destilan la agresiva actitud del quinteto. Como un cúmulo de puñetazos cortos pero arrolladores, “Fortified”, “Attainable”, “Out Of Mind” y “Dicey” repasan la primera mitad del disco en unos comprimidos siete minutos, donde los constantes cambios de velocidad entregan un caótico viaje de exigente ejecución.
Durante el único respiro a lo largo de “Only Constant”, el interludio “Calling Card” se perfila como una llamativa y experimental forma de presentarse como banda. A través de la voz de sus fanáticos, GEL dibuja una declaración de principios donde, entre otras cosas, dejan en claro su identidad abanderada con lo “freak”. Con menos de un minuto de duración, “The Way Out” retoma la rapidez predominante; “Snake Skin” es una alusión sin mayores rodeos a las personalidades hipócritas; mientras que “Compossure”, la más extensa del álbum, se despide en poco más de 170 segundos con una de las canciones más distorsionadas de un álbum de por sí ruidoso.
Sin mucha cabida para sobreanalizar, “Only Constant” es una pieza de ferocidad que no entrega puntos medios: se le aprecia por su simpleza, o simplemente pasa desapercibido por aquellos que no son convocados por esta breve experiencia de caos. En un álbum que se siente con las vísceras, el prometedor “debut” de GEL le da voz a una nueva generación de hardcore punk, jugándosela por la importancia en lo no verbalizado, y posicionándose con coherencia sin caer en repetitivas caricaturas.