Desde la irrupción con su homónimo “Aldous Harding” (2014), se ha visto cómo poco a poco la artista comenzó a hacerse un nombre en la abultada escena musical del folk, donde la neozelandesa hizo crecer expectativas para lo que sería su definitivo gran salto con “Party” de 2017, donde, con absolutos himnos como “Horizon” o “Imagining My Man”, se transformó en una de las estandartes del sello 4AD. Todo se consolidó con “Designer”, su excelente álbum de 2019 que la vio crecer en muchos aspectos, pero nunca tanto como lo logrado con “Warm Chris”, cuarto larga duración donde la artista rompe todo lo establecido frente a su catálogo para entregar un disco atrevido, lleno de una profundidad camuflada en la calidez y cercanía de sus instrumentos, así como también en su pausado y dedicado desarrollo.
Es evidente que muchos de los elementos sonoros que la artista mantiene a lo largo de sus discos siguen presentes de alguna u otra forma, aunque, a pesar de eso, no sea un disco que guarde muchas similitudes con sus trabajos anteriores. Si bien, la partida con “Ennui” muestra algo de aquello con una marcha muy marcada en base al teclado y la batería, es sólo el inicio de un viaje donde Harding pasa por distintos estados mediante composiciones más maduras, bien estructuradas y una secuencia que transforma al disco en una obra netamente abordada desde la interpretación de sus conceptos, por lo que la libre asociación que el auditor puede hacer de las letras es parte del atractivo principal de este disco.
La labor del productor John Parish es algo que también logra transformar a “Warm Chris” en una obra con un horizonte muy claro. Y es que, luego de la introducción correspondiente en el debut homónimo de la artista en 2014, es con “Party” y “Designer” (ambos producidos por Parish) donde logra definir su propuesta en lo sonoro. Esto es muy importante a la hora de oír tracks como “Tick Tock” o “Fever”, donde Harding va marcando el ritmo y la disposición de cada elemento en este pequeño rompecabezas de folk y psicodelia. Es difícil poder clasificar un disco que, en reiteradas ocasiones, se muestra como la entrada menos accesible de su catálogo, pero indudablemente es un ejercicio que vale la pena hacer cuando Aldous no da pie atrás en esta manera tan metafórica y poco tradicional de componer.
Si la neozelandesa nunca ha sonado tan experimental como en este LP, tampoco lo ha hecho tan cálida y acogedora como en la canción que da nombre al disco, o tan lúdica como en “Lawn”; Todas las canciones van mostrando una faceta diferente de una artista con muchas capas, que es capaz de pasar del folk más arriesgado al más tradicional de todos con “Passion Babe”. También hay espacio para que el piano tome protagonismo en “She’ll Be Coming Around The Mountain”, sombría composición donde la artista conjura las formas que dan cuerpo a su relato, como toda poesía recitada desde la emotividad y la libre asociación de conceptos. Finalmente, “Leathery Whip” es la encargada de cerrar “Warm Chris” con una clara tendencia a las decisiones creativas tan extrañas a las que la artista nos ha acostumbrado con sus trabajos.
Entre los tantos movimientos interesantes que se ven en distintos estilos musicales, Aldous Harding se está apoderando poco a poco de su propia escena con un trabajo de composición que no busca entregarse del todo al folk más convencional, sino más bien desarrollar su interpretación personal mediante el uso de los elementos ya conocidos de una forma un poco más atrevida. Como todo buen film experimental, la neozelandesa hace un buen uso de su figura convocante e intensa desde el punto de vista de la performance, permitiendo que el mismo auditor sea parte importante de la obra a la hora de analizar su estructura, mensaje y la manera en que esta se va desarrollando. Puede que eso a simple escucha no quede muy claro, sin duda se necesitará más de una oportunidad para quienes no estén completamente adentrados en su catálogo, pero Harding supo cómo establecer un sello particular para aplicarlo en sus canciones, las que van tomando cada vez más fuerza en un mar que la ve obligada a nadar contra la corriente.
“Hardcore these days is kinda fucking cool”, sentencia una de las voces en el collage de grabaciones que se escuchan en “Calling Card”. Se trata de la sexta de diez canciones que componen “Only Constant” y es bastante certera en su apreciación. Hoy en día, la escena hardcore atraviesa un refrescante momento de proliferación en los distintos circuitos subterráneos del mundo. Y es que, si bien el hardcore y el punk componen una nutrida e ininterrumpida contracultura, resultaba necesario actualizar los cuestionamientos en torno a este estilo. Con discos como el de GEL, el intercambio generacional se hace latente, mediante un sonido visceral hecho por y para las nuevas generaciones.
En el primer álbum de estudio y en solitario de la banda de New Jersey, la mixtura entre lo nuevo y lo tradicional es de los primeros puntos interesantes que merecen una revisión. Ya sea en la estética o la conformación de los miembros, como también en el contenido de sus canciones, es notorio que los intimidantes y trillados estereotipos se pasan por alto; sin embargo, la crudeza de un sonido cavernario sigue tan latente como en aquellas bandas de hardcore en los ochenta. Justo homenaje también hace la portada, con un arte en blanco y negro que esconde una reminiscencia a exponentes del anarco punk inglés, como los pioneros Crass o Rudimentary Peni.
Con sólo una decena de canciones en un total de 16 minutos, GEL ofrece una fulminante embestida sonora en su estado más elemental. Desde los primeros acoples de guitarra en “Honed Blade”, la banda desarrolla su compromiso con una fórmula cuya máxima es la aspereza del ruido. En este aspecto, el carisma de Sami Kaiser en la voz logra transmitir aquella urgencia destructiva, con gritos aguerridos que destilan la agresiva actitud del quinteto. Como un cúmulo de puñetazos cortos pero arrolladores, “Fortified”, “Attainable”, “Out Of Mind” y “Dicey” repasan la primera mitad del disco en unos comprimidos siete minutos, donde los constantes cambios de velocidad entregan un caótico viaje de exigente ejecución.
Durante el único respiro a lo largo de “Only Constant”, el interludio “Calling Card” se perfila como una llamativa y experimental forma de presentarse como banda. A través de la voz de sus fanáticos, GEL dibuja una declaración de principios donde, entre otras cosas, dejan en claro su identidad abanderada con lo “freak”. Con menos de un minuto de duración, “The Way Out” retoma la rapidez predominante; “Snake Skin” es una alusión sin mayores rodeos a las personalidades hipócritas; mientras que “Compossure”, la más extensa del álbum, se despide en poco más de 170 segundos con una de las canciones más distorsionadas de un álbum de por sí ruidoso.
Sin mucha cabida para sobreanalizar, “Only Constant” es una pieza de ferocidad que no entrega puntos medios: se le aprecia por su simpleza, o simplemente pasa desapercibido por aquellos que no son convocados por esta breve experiencia de caos. En un álbum que se siente con las vísceras, el prometedor “debut” de GEL le da voz a una nueva generación de hardcore punk, jugándosela por la importancia en lo no verbalizado, y posicionándose con coherencia sin caer en repetitivas caricaturas.