“It’s a long way to the top if you wanna rock’n’roll” cantaba AC/DC en 1975, quizás sin saber que iban por buen camino, porque aún les faltaba para llegar a la cima. Nos adelantamos al año 2014 y, con 16 álbumes de estudio, están en el top desde hace al menos treinta años. Es verdad que no son los mismos tiempos de “Highway To Hell” (1979) o “Back In Black” (1980), pero sus trabajos se mantienen igual, a pesar de los años que pasan y los problemas que han tenido que enfrentar, especialmente en el último tiempo con la enfermedad de Malcolm Young y con Phil Rudd bajo la mira de la justicia.
Este nuevo disco –el primero sin Malcolm- generó expectación mundial no por el qué esperar del resultado, sino por la duda de si gozará de buena inspiración y estará a la altura de los anteriores, con ese resplandor irresistible que los coronó como una banda icónica. Ahora, con más años encima, bajaron la velocidad para dar espacio a un rock blues de perfecta interpretación. En “Rock Or Bust” tenemos once canciones, todas marcadas por el sello de fábrica que las caracteriza y las hace reconocibles desde la primera nota.
“Rock Or Bust” y “Play Ball” están sin duda entre los temas más interesantes, y el siguiente, “Rock The Blues Away” mantiene el ritmo, tal como “Miss Adventure”, que no puede tener más rock en su escencia. La integridad y la estructura con la que suena AC/DC es característico y se lanza a la carga con “Dogs Of War”, que aunque no tiene un desarrollo tan inmediato como las anteriores, llega al final bastante bien. De aquí en adelante el nivel de atención baja drásticamente, porque “Got Some Rock & Roll Thunder” no es precisamente una canción que queramos salvar para la posteridad, y “Hard Times” se arrastra pesadamente hasta llegar al final, girando siempre en torno a un cliché repetido hasta el cansancio y sin convicción. Mientras que “Baptism By Fire” levanta el ritmo levemente, pero no logra salir del anonimato. “Rock The House” nos lleva a un punto más alto y dinámico, desplazándonos hasta el fin del disco, porque “Sweet Candy” bordea el precipicio de lo repetitivo. “Emission Control” resulta una canción entretenida, como un clásico blues, perfecto para cerrar “Rock Or Bust” con un poco de ritmo.
Así, AC/DC se confirma como una banda inmune a las modas pasajeras y a los cambios de estilo hechos sólo para complacer al mercado; nos dispara en la cara su rock & roll directo y nos invita, una vez más, a alzar la voz para cantar sus letras con un álbum que tiene dos cualidades notables: el potencial de cautivar nuevos fans y el no delusionar a quienes lo son desde los tiempos de antaño. Porque estos señores de 60 años y más han tenido la fuerza y la voluntad de dar forma a un disco de rock and roll, blues, hardrock y metal honesto y convincente. Una media hora con abundante música que logra sacarnos del encierro mental de problemas y responsabilidades, para transportarnos a un bar con una fila de motos en la puerta y lleno de personajes cabeceando o haciendo el gesto de una air guitar. Estereotipos, pero de los buenos.
Da la impresión de que estas canciones son el resultado de ideas que estaban esperando ver la luz en un cajón desde hace tiempo. De hecho, al darles una pasada rápida, se sienten como un trabajo de hace 10 años más que una producción reciente, lo que no es malo. “Rock Or Bust” nos presenta una agrupación con salud y muchos cartuchos por disparar aún, sólo nos queda averiguar si se trata de una correcta despedida o un nuevo punto de partida motivado por la voluntad de superar las dificultades que se les presentan.
“Hardcore these days is kinda fucking cool”, sentencia una de las voces en el collage de grabaciones que se escuchan en “Calling Card”. Se trata de la sexta de diez canciones que componen “Only Constant” y es bastante certera en su apreciación. Hoy en día, la escena hardcore atraviesa un refrescante momento de proliferación en los distintos circuitos subterráneos del mundo. Y es que, si bien el hardcore y el punk componen una nutrida e ininterrumpida contracultura, resultaba necesario actualizar los cuestionamientos en torno a este estilo. Con discos como el de GEL, el intercambio generacional se hace latente, mediante un sonido visceral hecho por y para las nuevas generaciones.
En el primer álbum de estudio y en solitario de la banda de New Jersey, la mixtura entre lo nuevo y lo tradicional es de los primeros puntos interesantes que merecen una revisión. Ya sea en la estética o la conformación de los miembros, como también en el contenido de sus canciones, es notorio que los intimidantes y trillados estereotipos se pasan por alto; sin embargo, la crudeza de un sonido cavernario sigue tan latente como en aquellas bandas de hardcore en los ochenta. Justo homenaje también hace la portada, con un arte en blanco y negro que esconde una reminiscencia a exponentes del anarco punk inglés, como los pioneros Crass o Rudimentary Peni.
Con sólo una decena de canciones en un total de 16 minutos, GEL ofrece una fulminante embestida sonora en su estado más elemental. Desde los primeros acoples de guitarra en “Honed Blade”, la banda desarrolla su compromiso con una fórmula cuya máxima es la aspereza del ruido. En este aspecto, el carisma de Sami Kaiser en la voz logra transmitir aquella urgencia destructiva, con gritos aguerridos que destilan la agresiva actitud del quinteto. Como un cúmulo de puñetazos cortos pero arrolladores, “Fortified”, “Attainable”, “Out Of Mind” y “Dicey” repasan la primera mitad del disco en unos comprimidos siete minutos, donde los constantes cambios de velocidad entregan un caótico viaje de exigente ejecución.
Durante el único respiro a lo largo de “Only Constant”, el interludio “Calling Card” se perfila como una llamativa y experimental forma de presentarse como banda. A través de la voz de sus fanáticos, GEL dibuja una declaración de principios donde, entre otras cosas, dejan en claro su identidad abanderada con lo “freak”. Con menos de un minuto de duración, “The Way Out” retoma la rapidez predominante; “Snake Skin” es una alusión sin mayores rodeos a las personalidades hipócritas; mientras que “Compossure”, la más extensa del álbum, se despide en poco más de 170 segundos con una de las canciones más distorsionadas de un álbum de por sí ruidoso.
Sin mucha cabida para sobreanalizar, “Only Constant” es una pieza de ferocidad que no entrega puntos medios: se le aprecia por su simpleza, o simplemente pasa desapercibido por aquellos que no son convocados por esta breve experiencia de caos. En un álbum que se siente con las vísceras, el prometedor “debut” de GEL le da voz a una nueva generación de hardcore punk, jugándosela por la importancia en lo no verbalizado, y posicionándose con coherencia sin caer en repetitivas caricaturas.