Bastó solo el lanzamiento de “Forever Blue” (2020) para que la música de A.A. Williams comenzara a ser destacada por la manera tan elegante e intensa en que es interpretada. Luego de varios elogios y otros lanzamientos posteriores, como el álbum de covers “Songs From Isolation” y el EP “arco”, donde versiona algunas de sus composiciones con una sección de instrumentos de cuerda, la artista se vio enfrentada al desafío de seguir expandiendo su catálogo, siendo el turno de un segundo larga duración para presentar al mundo. Es así como llega “As The Moon Rests”, un trabajo donde los elementos esenciales de su obra siguen presentes con una expansión tan natural como detallada, manteniendo una coherencia y relato que, más allá de estructurar una nueva aventura discográfica, se siente como una continuación de lo ya presentado hasta ahora. Mediante 11 composiciones, Williams continúa desarrollando su fuerza compositora y la planificada disposición de sus elementos, dándole forma a una obra tan avasalladora como cualquier álbum de música pesada.
El carácter cinemático en el trabajo de la artista permite que esta obra sea una extensión de su trabajo anterior prácticamente desde el minuto uno. Es con “Hollow Heart” que la intérprete continúa lo mostrado en su aclamado debut discográfico, y con dicho track pone en contexto las texturas y atmósferas que priman en su segundo larga duración. Con ese antecedente a considerar, “As The Moon Rests” se desarrolla como una obra donde los elementos más introspectivos y cotidianos se mezclan bajo la teatralidad propia de Williams, marcando de una manera muy detallada las pausas entre la solemnidad de canciones como “Evaporate” o “Murmurs” para avanzar hacia un ritmo más intenso en “Pristine”, que, con más de siete minutos, se establece como uno de los puntos cruciales del álbum en la llegada a su mitad.
“Shallow Water”, por su parte, se construye en torno a una guitarra acústica para ir incorporando armonías y un aura folk que nunca pierde ese carácter lúgubre y melancólico tan presente en la música de la artista. Y es que estos elementos no están simplemente dispuestos de manera azarosa, sino más bien terminan siendo un resultado inevitable de las circunstancias, donde, sin importar la estructura o género musical que siga la canción, siempre tendrá ese factor clave que la hará sonar como una composición de A.A. Williams y nada más. Por eso es también que una composición más densa como “For Nothing”, puede continuar sin perder el hilo del álbum, permitiendo también trazar el camino para las siguientes composiciones. La artista incorpora elementos líricos en esta parte del disco casi como una transición, con una tensión cuyo in crescendo hacia el final desembarca en un intenso juego de guitarras, recordando que la música de Williams es más metal que cualquier cosa, al menos en su esencia.
No hay momento en que el disco deje de sonar denso o introspectivo, pero siempre manteniendo la belleza de sus estructuras sonoras, así como también la cuidadosa forma en que lleva los ritmos desde lo más liviano a lo pesado, con una orquestación íntegramente apoyada en las guitarras, de filoso apoyo, que se dejan sentir en estandartes como “The Echo” o “Alone In The Deep”, una de las canciones más exigentes del LP, con un desarrollo similar en cambios con las composiciones más largas, que va decantando su desarrollo y clímax para dar pie a la belleza de “Ruin” y los más de siete minutos de “As The Moon Rests”, el track que da nombre al disco y que cierra con broche de oro el tormentoso pero esperanzador viaje sonoro que significa el segundo largo de estudio de A.A. Williams.
Pese a todos los elementos tan diversos que posee el disco, es indudable que la etiqueta principal que destaca está en la vereda del post metal, ya que la artista ejecuta elementos principalmente más densos para construir una obra catártica, de una fuerza y belleza implacable, siempre manteniendo una cohesión que permita fusionar estas canciones con el resto de lo que Williams tiene para ofrecer. La finesa de las composiciones de “As The Moon Rests” permitirá encaminar la obra de la artista hacia instancias aún más siniestras, disponiendo principalmente de su calidad como intérprete para continuar solidificando una carrera que de por sí está excelentemente iniciada. En un constante ensayo y error, A.A. Williams deja en claro que tiene mucho más para ofrecer, no sólo dentro de la comodidad de su fórmula para componer canciones, sino que también en el desafío de revertir expectativas y expandir aún más sus capacidades.
“Hardcore these days is kinda fucking cool”, sentencia una de las voces en el collage de grabaciones que se escuchan en “Calling Card”. Se trata de la sexta de diez canciones que componen “Only Constant” y es bastante certera en su apreciación. Hoy en día, la escena hardcore atraviesa un refrescante momento de proliferación en los distintos circuitos subterráneos del mundo. Y es que, si bien el hardcore y el punk componen una nutrida e ininterrumpida contracultura, resultaba necesario actualizar los cuestionamientos en torno a este estilo. Con discos como el de GEL, el intercambio generacional se hace latente, mediante un sonido visceral hecho por y para las nuevas generaciones.
En el primer álbum de estudio y en solitario de la banda de New Jersey, la mixtura entre lo nuevo y lo tradicional es de los primeros puntos interesantes que merecen una revisión. Ya sea en la estética o la conformación de los miembros, como también en el contenido de sus canciones, es notorio que los intimidantes y trillados estereotipos se pasan por alto; sin embargo, la crudeza de un sonido cavernario sigue tan latente como en aquellas bandas de hardcore en los ochenta. Justo homenaje también hace la portada, con un arte en blanco y negro que esconde una reminiscencia a exponentes del anarco punk inglés, como los pioneros Crass o Rudimentary Peni.
Con sólo una decena de canciones en un total de 16 minutos, GEL ofrece una fulminante embestida sonora en su estado más elemental. Desde los primeros acoples de guitarra en “Honed Blade”, la banda desarrolla su compromiso con una fórmula cuya máxima es la aspereza del ruido. En este aspecto, el carisma de Sami Kaiser en la voz logra transmitir aquella urgencia destructiva, con gritos aguerridos que destilan la agresiva actitud del quinteto. Como un cúmulo de puñetazos cortos pero arrolladores, “Fortified”, “Attainable”, “Out Of Mind” y “Dicey” repasan la primera mitad del disco en unos comprimidos siete minutos, donde los constantes cambios de velocidad entregan un caótico viaje de exigente ejecución.
Durante el único respiro a lo largo de “Only Constant”, el interludio “Calling Card” se perfila como una llamativa y experimental forma de presentarse como banda. A través de la voz de sus fanáticos, GEL dibuja una declaración de principios donde, entre otras cosas, dejan en claro su identidad abanderada con lo “freak”. Con menos de un minuto de duración, “The Way Out” retoma la rapidez predominante; “Snake Skin” es una alusión sin mayores rodeos a las personalidades hipócritas; mientras que “Compossure”, la más extensa del álbum, se despide en poco más de 170 segundos con una de las canciones más distorsionadas de un álbum de por sí ruidoso.
Sin mucha cabida para sobreanalizar, “Only Constant” es una pieza de ferocidad que no entrega puntos medios: se le aprecia por su simpleza, o simplemente pasa desapercibido por aquellos que no son convocados por esta breve experiencia de caos. En un álbum que se siente con las vísceras, el prometedor “debut” de GEL le da voz a una nueva generación de hardcore punk, jugándosela por la importancia en lo no verbalizado, y posicionándose con coherencia sin caer en repetitivas caricaturas.