Hace veinte años, la comedia cinematográfica estadounidense tenía una cara bastante distinta a la actual. Lo que en la práctica se refiere al rostro de Jim Carrey, con todas sus gelatinosas propiedades. El actor dominaba la escena película a película, convirtiéndose en una suerte de Rey Midas del rubro, con títulos como “Ace Ventura” y su secuela (1994 y 1995), “The Mask” (1994) o la primera entrega de “Dumb & Dumber” (1994). Después vino su inesperado, aunque prestigioso, salto al drama, y el actor prácticamente desapareció del género que lo hizo famoso, dejando atrás las fórmulas que lo consagraron, para ser parte de comedias de corte más inofensivo.

Es por esto mismo que “Una Pareja de Idiotas 2” llega envuelta en una suerte de niebla nostálgica. No sólo porque los protagonistas son los mismos, sino que la trama de esta secuela es bastante similar a la anterior, con Lloyd (Jim Carrey) y Harry (Jeff Daniels) nuevamente recorriendo el país, sólo que esta vez lo hacen para buscar a la hija perdida de Harry, la que podría salvarle la vida al donarle uno de sus jóvenes riñones.

Si la trama se siente muy similar a la anterior, el estilo –tanto del humor como de la filmación en general- es exactamente el mismo. Las mentes detrás de esto son nada menos que los hermanos Farrelly, quienes determinaron el género en los 90 con películas como la primera entrega de los idiotas en 1994 o “There’s Something About Mary” de 1998, quienes acá pareciera que no pusieron la más mínima atención a los cambios de tendencias del cine actual y actuaron bajo sus propios instintos.

Con una abundancia constante de humor grotesco, intercambios verbales infantiles y coincidencias que bordean lo irracional, el humor de “Una Pareja de Idiotas 2” nunca se complica en ir más allá de lo básico. Liderando todo esto está el mencionado Jim Carrey, quien parece encantado de poder volver a contorsionarse y hacer las muecas más extravagantes que existen, después de tanto tiempo.

La película logra hacer reír, aunque no todo el tiempo. Algunos de los chistes resultan demasiado forzados, o incluso incómodos, pero hay una buena cantidad de momentos realmente graciosos. Ayuda también que la narración funciona para el humor, y no viceversa, conectando vagamente una serie de sketches y momentos humorísticos en una historia bastante poco desarrollada y plausible, pero que tiene la virtud de nunca interponerse en el camino de los chistes y las muecas.

Lo que resulta interesante de todas formas, es ver cómo, tanto los actores como los directores, se mueven con experticia por su estilo, sin importar sus méritos. Lo más cercano a esto en la cartelera reciente fue “A Million Ways To Die In The West” de Seth MacFarlane, que resultó incómodamente aburrida, puesto que era una comedia con personajes de hoy tratando de hacer reír con los elementos de ayer.

Mientras la comedia actual de, por ejemplo, Seth Rogen y Judd Apatow está más basada en los adultos jóvenes tratando de parecer cool al alargar su adolescencia, “Una Pareja de Idiotas 2” ofrece a dos adultos que nunca pasaron más allá de los doce años, todavía armando fuertes con los muebles, o lanzando mocos a las personas para defenderse. Es un humor absolutamente escatológico, pero que al menos es rápido y no se pierde en divagaciones demasiado abstractas, lo que da para que la cinta no se estanque, aunque a veces pueda sentirse repetitiva.

Y quizás hoy en día estos personajes ya no resulten tan novedosos, pero logran ser accesibles y encantadores, en gran parte debido a su total descaro y falta de pretensiones: son tan exagerados como falsos, pero de todas formas impulsan a la audiencia a reírse de ellos, no a tener que entenderlos y reírse de lo que ellos indiquen. No es necesario estar en la frecuencia de los actores para pasarla bien un rato, por breve que sea.

Como película, “Una Pareja de Idiotas 2” está lejos de ser algo destacable, y deja bastante que desear en cuanto a las posibilidades que pudo haber aprovechado para enriquecerse. Pero se nota que la intención detrás de ello no era revolucionar el cine, sino que hacer una declaración de principios: el humor infantil nuca dejará de ser divertido.

Por Lucas Rodríguez