El género de películas de terror está empezando a agotar su creatividad en cuanto a recursos disponibles para sembrar el miedo en sus espectadores. Es eso, o los realizadores que incursionan en este estilo han decidido permanecer en su “zona de confort”, recurriendo una y otra vez a los mismos elementos con sólo algunas variaciones argumentales, pero finalmente mostrando pocas cosas novedosas que transformen la experiencia del espectador en algo memorable, en lugar de sólo una anécdota pasajera.

La primera entrega de “Sinister” (2012) ya nos dejó con esta sensación de estar viendo más de lo mismo y, si bien para esta secuela es evidente el intento por agregar elementos que complejicen lo simplistas que pueden ser las tramas en las películas de terror –tal como en la predecesora de esta misma-, la sensación final es que todo sigue siendo un reciclaje de ingredientes semejantes a los que se recurre constantemente.

La historia nos sitúa tiempo después de los hechos ocurridos en la primera parte de esta saga, donde ahora el protagonista es el policía que colaboraba con Ellison (James Ransone), quien se ha encargado de investigar de manera independiente los oscuros sucesos de las familias asesinadas y los niños desaparecidos. Esta investigación lo llevará a conocer a Courtney (Shannyn Sossamon), madre de dos hijos (Robert Daniel Sloan y Dartanian Sloan) junto a los que habita una casa que había sido escena de esta seguidilla de crímenes y que ahora se creía abandonada.

La trama se nos presenta desde la perspectiva de los niños para explicar los mecanismos con los que se les extorsiona, para así convencerlos de cometer horrorosos crímenes contra su propia familia. En este sentido, “Siniestro 2” nos devela muchos de los aspectos que quedan en el más absoluto misterio tras la primera entrega, revelando lentamente al espectador la estrategia bajo la que opera Bughuul (Nicholas King) y dejando entrever algunas pistas sobre cómo podría detenerse esta maldición.

El cambio de mano es evidente no sólo en cuanto a la dirección, sino que a la realización en general. Desde los primeros minutos de la cinta, se hace notar un cambio en la linealidad de los diálogos, los cuales se encuentran en constante tensión, pero a la vez están cargados de quiebres caracterizados por la ironía. Por otro lado, se repite la misma estrategia utilizada en “Sinister” de proyectar imágenes de crímenes perturbadores que rozan lo grotesco, como si esto por sí solo asegurara una producción de alto impacto. No obstante, con ello se descuida la elaboración de una trama convincente que juegue en sincronía con la crudeza de las escenas clímax dentro de la cinta.

Un buen ejemplo de estas falencias argumentales, es la obviedad de la relación que se establecerá entre Courtney y el policía, que si bien intenta convertirse en un elemento extra que aporte contenido a la trama, termina por jugarle en contra al resultado final, no sólo porque las situaciones se ven forzadas y poco creíbles, sino también porque llega a percibirse como un relleno innecesario que entorpece con la atmósfera de la película. Por su parte, el rostro inherentemente dulce y sonriente de Shannyn Sossamon no logra calzar del todo con el clima de suspenso y tensión necesario en una película de terror, cuestionando si la selección de esta actriz fue una buena decisión para este rol en particular.

Como era de esperar, salvo por las proyecciones en Super-8, se trata de una película poco novedosa en cuanto a sus aspectos técnicos: no se plantean planos interesantes y la ejecución en general cumple con la función de contar una historia sin tomar grandes riesgos. Donde sí hubo buenas decisiones fue en el acompañamiento musical, que mezcla melodías sencillas pero espeluznantes, compuestas principalmente en base de piano, adornadas con efectos de sintetizador pensados especialmente para aumentar el suspenso, reuniendo en una mezcla coherente lo clásico con lo innovador.

Si comparamos esta entrega con su predecesora, debemos rescatar el evidente esfuerzo por agregar más elementos al hilo central de la película, donde incluso se tocan situaciones complejas como la presión psicológica que se ejerce contra una víctima de violencia intrafamiliar. Sin embargo, es evidente la dificultad de los realizadores para articular eventos paralelos con la trama central, dando como resultado un monstruo de dos cabezas que no logran conciliarse y funcionar sincronizadas por un mismo fin. A pesar de esto, pareciera que la franquicia de “Sinister” pretende intentarlo una vez más, ya que esta segunda entrega deja varios cabos sueltos, abriendo así la posibilidad para una tercera entrega que termine por resolver de una vez por todas el misterio de Mr. Boogie y los niños desaparecidos.

Por Evelyn Munzenmayer