Han transcurrido casi 20 años desde el fin de su década más gloriosa, pero la figura de Kevin Costner sigue generando respeto. Ha tenido el acierto de evitar hundirse en producciones de segunda línea y de no aceptar todo lo que llega hasta su escritorio, sin tampoco fugarse del mapa, como otros de su generación. El tipo ha sabido cuidarse, por lo que el estreno de sus películas sigue generando algún grado de expectación. Si bien las buenas cintas no son mayoría en su filmografía, Costner tiene un colchón como respaldo, un espacio ganado en la historia del cine, que labró durante el período que se extendió desde fines de los 80’s hasta mediados de los 90’s, y al haber tumbado con su ópera prima a Scorsese y Coppola en los Oscar. Pero ha habido bastante más que eso a lo largo de sus 33 años de carrera.
Dicen que todo habría cambiado cuando conoció a Richard Burton de manera fortuita en un vuelo proveniente de México. El legendario intérprete le habría dicho que si actuar era lo que más deseaba, pues que fuese por ese sueño. Kevin Michael Costner no vaciló, pese a tener un título en Administración de Empresas y Marketing y estar recién casado: renunció a su trabajo y se largó a Hollywood de inmediato. Trabajó conduciendo un camión, en la pesca de alta mar y transportando en bus a las estrellas a sus casas. Es evidente que la suerte no lo acompañó desde sus inicios; no tuvo la fortuna de comenzar en la industria desde pequeño ni obtuvo su primer papel importante de una. Hacerse su lugar en la industria, en definitiva, le costó esfuerzo y sudor.
Tras varios intentos, en 1981, con 26 años cumplidos, fue cuando por fin vio el debut de su primera película, “Malibu Hot Summer” –que sería reestrenada en 1986 con el nombre “Sizzle Beach, U.S.A.”, cuando la carrera de Costner ya despegaba-. Era una cinta de soft porn y tenía un rol secundario, pero igualmente había cumplido la primera de sus metas. Su segundo filme fue una comedia de Ron Howard (“Night Shift”, 1982), aunque con un papel que hoy pasaría por cameo y en tiempos en que el director daba sus primeros pasos (era su segundo largometraje). Ya sea porque sus papeles eran muy menores o las películas que lo tenían en su reparto de muy bajo perfil, recién en 1985 dio el salto que tanta esperaba. El reconocimiento de las masas vino primero de la mano de la road-movie “Fandango” (1985), ópera prima de Kevin Reynolds, con quien posteriormente mantendría una relación muy inestable. Luego, irrumpió como uno de los protagonistas del western “Silverado” (1985), donde fue dirigido por Lawrence Kasdan –guionista de las sagas Indiana Jones y Star Wars- quien, paradójicamente, había eliminado del corte final las pocas escenas que tenía en su anterior cinta (“The Big Chill”, 1983). A esas dos se sumó un filme menor como “American Flyers” (1985), pero que tuvo el valor de ser uno de sus primeros exclusivos protagónicos.
Lo que naturalmente debía venir tras esos interesantes primeros pasos era el salto definitivo, el papel que lo pusiera en la primera plana. Eso llegaría gracias a Brian De Palma y probablemente su última gran película, “The Untouchables” (1987). En la piel del agente Eliot Ness, no se amilanó ni un poco ante los gigantes Sean Connery y Robert De Niro, ni tampoco ante el –en ese entonces- pujante Andy García, y se despachó una de las más notables actuaciones de su carrera. Ese mismo año, por si fuera poco, se pondría frente a otro coloso, Gene Hackman, en el thriller “No Way Out” (1987). Costner lo había conseguido: iba derecho a instalarse en la primera línea de Hollywood.
Tras ese triunfante año, vendrían temporadas muy felices para el oriundo de California, con cumbres como “Bull Durham” (1988) “Field Of Dreams” (1989) y “Revenge” (1990). Pero cuando el furor por él estaba desatado, optó por un camino pedregoso, una opción que había tomado incluso antes de que le llegara el éxito: pasarse a la dirección. Puntualmente, estaba obsesionado por llevar a la pantalla grande la primera novela de Michael Blake. Con los años se ha sabido que le ofrecieron protagonizar “The Hunt For Red October” (1990), pero rechazó el rol para no tener que postergar de nuevo la producción de “Dance With Wolves” (1990). A ese nivel llegaba su empecinamiento. El resultado desbordó todo cálculo: Oscar a Mejor Película y Mejor Director, por sobre “Goodfellas” (1990) y “The Godfather Part III” (1990). De esa manera, se sumó al selecto grupo de actores ganadores del Oscar a mejor película y director, junto con nombres de la talla de Warren Beatty y Richard Attenborough. Si la celebración de ese 25 de marzo de 1991 no era completa, fue únicamente porque Jeremy Irons le arrebató la estatuilla a mejor actor, al ganar por su trabajo en “Reversal Of Fortune” (1990). No fue pleno, pero la industria daba una impresionante demostración de simpatía hacia el actor del momento.
Tras ese triunfo, que a decir verdad pilló por sorpresa a medio Hollywood, Kevin Costner tenía despejado el panorama para hacer lo que fuese. Y lo que vino fue ni más ni menos la mejor racha de su carrera, un período donde combinó el éxito de taquilla con la distinción de trabajar con directores de la talla de Oliver Stone y Clint Eastwood. En tres años hizo “Robin Hood: Prince Of Thieves” (1991), “JFK” (1991), “The Bodyguard” (1992) y “A Perfect World” (1993). Fue en esta última –bajo las órdenes de Eastwood- donde articuló la mejor de sus actuaciones, como un prófugo de la justicia con honor y entrañable instinto paternal.
Pero la suerte y la capacidad de acertar a todos se les agotan en algún momento. La desdicha vino enlazada con volver a trabajar con el director Kevin Reynolds, el mismo que le había dado uno de sus roles claves a mediados de los ‘80. La cinta que marcó un antes y un después en su carrera se tituló “Waterworld” (1995), una producción calificada como la más cara de la historia, para ese entonces. Costner y Reynolds habrían tenido grandes desavenencias, lo que terminó con el director titular fuera del proyecto antes de que siquiera terminase el rodaje. El actor fue quien finalizó la película, aunque no quiso que se le acreditase como director. En su entrevista en el “Inside The Actors Studio”, confesó que el rodaje duró 157 días y que trabajó 6 de 7 jornadas a la semana. Una tarea titánica que no evitó el golpe más duro de su vida artística. El filme fue calificado como un enorme fracaso, y ni la nominación al Oscar en Mejor Sonido alivió el golpe.
Visto en perspectiva, no fue un completo fracaso comercial (costó 175 millones de dólares y acumuló 264) y la cinta no es catastrófica. Simplemente no llenó las expectativas, y eso la industria lo amplificó desmesuradamente porque lo que se esperaba era excesivo. Discusiones aparte, lo concreto es que a partir de esa caída la carrera de Kevin Costner jamás volvió a ser lo mismo. Quiso recuperarse rápidamente, pero lo que consiguió fue hundirse aún más al fondo. “The Postman” (1997), su segunda película como director, marcó el declive definitivo.
En este olvidable ciclo hizo cosas como “3000 Miles To Graceland” (2001) y “Dragonfly” (2002), siendo el único acierto “Thirteen Days” (2000), en la que interpretaba a un asesor del Presidente Kennedy en plena Crisis de los Misiles. Curiosamente, la recuperación vino con su tercer largometraje como director, “Open Range” (2003), un más que correcto western en el que compartió pantalla con Robert Duvall y Annette Bening. Lo siguiente fue otro paso atinado, “The Upside Of Anger” (2005), tras la que vino una serie de seis filmes muy discretos, pero que no amenazaron con devolverlo a la calamitosa etapa que vivió entre fines de los ‘90 y principios de los ‘00.
El tramo reciente de su carrera es inesperadamente alentador, sin importar que no haya pasado de interpretar secundarios. Acumula cuatro aciertos como no encadenaba hace casi 20 años: “Mr. Brooks” (2007), “The Company Men” (2010), “Man Of Steel” (2013) –su primera incursión en blockbusters desde el fracaso en “Waterworld”- y “Jack Ryan: Shadow Recruit” (2014). En la piel de personajes que hace dos décadas no le habrían ofrecido, ha demostrado que le queda combustible de sobra. Entremedio, hizo la miniserie “Hatfields & McCoys” (2012), un retrato del crudo enfrentamiento entre dos familias en la zona fronteriza entre Virginia Occidental y Kentucky, que tuvo lugar con posterioridad a la Guerra Civil. Por su rol del líder de la familia Hatfield ganó un Globo de Oro, su galardón más importante desde las estatuillas doradas que obtuvo por “Dances With Wolves”. Su estado actual permite incluso pensar que, si se equivocó y tuvo malos años, fue en gran parte porque evitó quedarse estático y se lanzó al precipicio a buscar nuevos desafíos.
Kevin Costner viene en alza, lo que esperamos poder constatar favorablemente en “3 Días Para Matar”, inminente estreno que tiene historia, guión y producción de Luc Besson. Próximo a cumplir 50 años, interpreta un papel que parece venirle como anillo al dedo: el de un veterano agente de la CIA que debe cumplir su última misión antes de poder dedicarse únicamente a su hija. Kevin Costner evitó el desmoronamiento de su carrera y parece tener intactas sus capacidades actorales. Queda Costner para rato.
A mediados de diciembre llegará finalmente “Avatar: The Way Of Water“, nueva obra de James Cameron y secuela de la película de 2009 y que cuenta con un casting compuesto por Sam Worthington, Zoe Saldaña, Sigourney Weaver, Stephen Lang y Kate Winslet. Hoy tenemos el trailer oficial de la cinta, cuya historia se sitúa una década después de los eventos de la primera cinta, contando la historia de la familia Sully, Jake, Neytiri, y sus hijos, abordando su dinámica familiar y los constantes problemas en las batallas que deben mantener para seguir con vida.