El cine de Hollywood es una industria que mueve y busca millones, y como tal, busca donde obtener los mejores resultados con el mínimo de riesgo. Y una vez que encuentra un pozo, extrae de él lo que más pueda, aún cuando ello implique dejarlo seco. Es por ello que en la última década ha apostado, con mayor fuerza que en otras épocas, por explotar la mayor cantidad de franquicias que resulten atractivas para el gran público y, además, muy rentables, sea que estas provengan de comics (Batman, Superman, etc.), series de televisión (usualmente con pésimos resultados) o incluso, y de manera impensada, de atracciones de parques de diversiones (“Piratas Del Caribe”). La literatura, que siempre ha sido fuente de inspiración para el cine, también ha generado franquicias de gran éxito editorial, y que suelen repetirlo cuando han sido traspasadas al cine, que ve en estas sagas literarias la posibilidad de asegurarse material suficiente para dos, tres o más películas.

Concluida la saga de “Crepúsculo”, una de las más exitosas de este tipo y que mezcla romance juvenil y toques de oscura fantasía, los estudios de Hollywood no han perdido tiempo tratando de encontrar su nuevo fenómeno que les asegure el éxito; una nueva saga de libros que tenga un público fiel, ansioso de ver reproducidos en una gran pantalla aquellos pasajes que han leído una y otra vez, y que puede ser capaz de elevar a una estrella incipiente a la cima de la industria, consumiendo revistas, libros, programas especiales de televisión, cuadernos, libretas y cualquier producto donde se explote la imagen de los jóvenes y bellos protagonistas. En este ámbito, la primera apuesta para este año es “Hermosas Criaturas” (2013), basada en el libro homónimo de Kami García y Margaret Stohl.

Ethan Wate (Alden Ehrenreih) es un joven de grandes ambiciones atrapado en un pueblo chico, cuya población es extremadamente conservadora y de mentalidad estrecha. Lena Duchaness (Alice Englert) es una joven tímida y distante que acaba de llegar al pueblo, y que llama la atención de Ethan, aún cuando Lena ha llegado a vivir a la casa de su tío Macon Ravenwood (Jeremy Irons), de quién se dice en el pueblo tiene un pacto con el Diablo. Juntos deben hacer frente no sólo a la oposición de Macon, su familia y al rechazo que provoca su presencia en el pueblo, sino también a una maldición que persigue a Lena, que pone en riesgo tanto el amor que sienten el uno por el otro, como la propia vida de Ethan.

Aún cuando el presupuesto es moderado (siguiendo el modelo de la mencionada “Crepúsculo”), se nota que la apuesta es grande. Para ello se eligió un director apropiado, Richard LaGravenese, quien ha destacado previamente en el género tanto como guionista (“The Bridges Of Madison County”, 1995) y director (“P.S. I Love You”, 2007) y se hace cargo de ambas facetas en esta película. Es evidente que trata de mostrar su oficio y experiencia en la materia, logrando presentar una historia romántica no demasiado empalagosa –una crítica habitual en este tipo de cintas- e incluso a ratos atractiva. Sin embargo, sus esfuerzos se ven mermados por la falta de carisma y dotes actorales de la pareja protagónica. Esto debió verse compensado por un elenco de secundarios de renombre, más que capacitado para sostener por si solos una empresa de este tipo. Sin embargo, tanto Jeremy Irons como Emma Thompson presentan unos personajes caricaturescos, casi rozando el ridículo, y que no ayudan en nada en este acápite.

Quizás si el mayor pecado cometido por esta cinta es uno habitual en este tipo de adaptaciones, que es el tratar de incorporar la mayor cantidad de pasajes textuales del libro en el que se basan, ya sea para hacer un guiño a los fieles lectores fanáticos como también para presentar a la mayor cantidad de personajes, aún cuando estos tengan escasa o nula participación en la historia. Es el caso de Larkin Ravenwood (Kyle Gallner), cuyo minuto en pantalla no sólo es innecesario, sino también desconcertante para aquel que viene a conocer los detalles de la historia al momento de ver la película. Esto afecta de manera considerable al ritmo narrativo, que pareciera detenerse sólo para presentar un momento supuestamente icónico y luego seguir su curso, logrando sólo distraer al espectador, quien pierde el foco de la historia. Finalmente, estos elementos hacen que se extienda en demasía el metraje, que alcanza las dos horas.

Este tipo de adaptaciones tendría una mejor recepción si se arriesgaran y salieran de ese molde rígido que es traspasar la historia del libro a la pantalla párrafo por párrafo. La historia del cine ha demostrado que aquellas películas que tomaron una premisa y se tomaron la libertad de adaptarla de una forma que aprovechara de mejor manera el lenguaje del cine, las que han dado un paso más allá y tomaron riesgos, son las que han logrado pasar la prueba del paso del tiempo. Pero mientras Hollywood siga explotando este tipo de franquicias de la forma que ha venido haciendo, la sensación del espectador al abandonar la sala ni siquiera será preguntarse si lo que ha visto es de calidad o no, pues lo más probable es que en ese instante ya habrá olvidado lo que visionó.

Por Rodrigo Garcés