A veces, revisar los créditos es suficiente para anticipar la calidad de la película. Puede predisponernos ante lo que seguramente será un bodrio, pero también ante lo que puede ser una grata experiencia. Es que, aunque sea un ejercicio flojo y simplista, tampoco es injusto, porque la trayectoria y, sobre todo, una con prestigio, no se gana de la noche a la mañana; es el registro de un trabajo constante que no falla en verse reflejado en pantalla. Si el film, entonces, consta de la colaboración de dos peces gordos como son Anton Corbijn y Philip Seymour Hoffman, difícilmente el producto será decepcionante. El primero, uno de los más connotados fotógrafos y directores de videos musicales; el otro, por lejos el mejor actor de su generación. Sus nombres prometen un espectáculo por el cual vale la pena invertir dinero y tiempo, y si además el argumento está basado en una novela de John le Carré, sólo basta con echarse cómodamente en el asiento y gozar de buen cine.
Cuando Issa Karpov (Grigoriy Dobrygin), enigmático checheno convertido al Islam, arriba a Hamburgo, el equipo de inteligencia anti-terrorista comandado por Günther Bachmann (Philip Seymour Hoffman) de inmediato se moviliza con tal de descubrir sus motivos. Presionado por las autoridades alemanas y estadounidenses, que poco se fían del sujeto sólo por ser musulmán, Günther debe descifrar si Karpov es un genuino inmigrante inofensivo o si es cómplice de algún grupo violentista.
Después de “Control” (2007) y “The American” (2010), Corbijn regresa con su tercer largometraje de ficción. Y a diferencia de estos dos, imperfectos en su generalidad pero muy interesantes en su propuesta, aquí finalmente obtiene un resultado cercano al redondo. Precisa y cuidada, sutil e inteligente, la película nos conduce por un camino frío e intrincado de espionaje, que mantiene al espectador en un nivel de tensión que arranca desde el minuto uno y que no hace más que progresar de manera astutamente calculada. Todas las dudas posibles conforme se avanza en el caso y asoman nuevas aristas, todas las sospechas y cuestionamientos que puedan florecer en el público, son deliberadas. Ningún detalle es dejado al azar, y aquello que pueda quedar irresuelto fue claramente planificado para hacerlo más realista porque, después de todo, ¿cuándo se termina de conocer a las personas? ¿Cómo saber del todo si alguien miente o no? Nada es definitivo y la historia ejecuta eso con maestría, no sólo a través del inmigrante, sino preferentemente de los que lo buscan.
La temática en cuestión es tan actual como controvertida; en un mundo reinado por el prejuicio, la discriminación y el doble estándar, y donde los líderes han sabido inyectar la cultura del miedo en las venas de la población con fines económicos, la problemática que genera la llegada del personaje de Karpov para los encargados de preservar la seguridad es trabajada con una pizca de empatía, un toque de sarcasmo y abundante escepticismo. Lo más rescatable es que no permiten al espectador casarse con una conclusión por adelantado, sino que lo fuerzan a ponerse los zapatos de Günther y desenredar junto a él el embrollo que pesa sobre sus hombros. La sensación de desconfianza prima a cada momento, esa corazonada latente de que algún infortunio imprevisto potencialmente interrumpirá las aguas, es omnipresente en el relato y extrapolable a nuestra propia cotidianidad plagada de incertidumbre respecto a la confiabilidad del entorno.
No es sorpresa que la fotografía sea de lujo; contrastada y elegante, por un extremo retrata Hamburgo como el amenazante refugio de personajes atribulados de la mano de sus abundantes planos sombríos, pero a pesar de ellos, tampoco arrebata la belleza mundana del puerto. Junto al asertivo tratamiento de cámara que respira según el pulso de la situación y un montaje que fluye inequívoco, arman un relato incapaz de despertar indiferencia, y de hacerlo, simplemente no sabes lo que te estás perdiendo. Otro elemento influyente es la música, y con justa razón, si su realizador bien sabe cómo conjugar la melodía e imagen, dramatizando en los segundos claves con sabia exactitud, en vez de caer en una sobrecarga que termina reduciendo el aporte musical a mero adorno, vicio en el que pecan la mayoría de las producciones.
Quizás la principal, o más visible, debilidad de la cinta es la elección de Rachel McAdams en el rol de la abogada defensora de este hombre más buscado. Aunque su desempeño es digno, pudo haber sido bastante más convincente, y deja con las ganas de haber visto a una actriz alemana en el papel en vez de ella, cuya inclusión ciertamente está vinculada a la familiaridad que significa su rostro para el público norteamericano, lo que por extensión es beneficioso en la taquilla. El resto del reparto es adecuado y ofrece un trabajo acorde, destacando el sigiloso cinismo de Robin Wright en la piel de una embajadora que sólo cuida sus intereses y, como nos supo acostumbrar, la tremenda solidez de Philip Seymour Hoffman. El sujeto era tan bueno en su arte, que las palabras paralelamente sobran y no se encuentran para alabarlo, y aunque esta no es su performance cumbre (constatación ardua, pues cada interpretación suya rozó la gloria), de todos modos se roba sin piedad cada escena donde aparece, perfilando a un Günther tan consumido por su empleo como vacío en su intimidad.
Si bien no es el mejor film de espionaje de la historia, pues no es tan memorable como otras adaptaciones de le Carré como “The Constant Gardener” (2005), y su postura impertérrita pueda incomodar a algunos quisquillosos que la consideren poco arriesgada, “El Hombre Más Buscado” sí debe caber entre lo más notable que se ha estrenado este año en términos de estricto lenguaje cinematográfico. Con un director inspiradísimo y una minuciosa ejecución, se nos ofrece un trabajo capaz de clavarnos la intriga desde el primer encuadre y mantenerla a flote sin accidentes. Por si fuera poco nos regala el último protagónico de una de las joyas del séptimo arte que nos ha entregado Estados Unidos, lo que por sí solo es argumento vasto para apreciar la obra. Una muy buena película.
Únete a la familia global de Metallica el jueves 13 de abril para una Listening Party mundial. Podrás disfrutar en primicia del nuevo álbum de la banda, “72 Seasons”, un día antes de su lanzamiento oficial. En la gran pantalla y con un demoledor sonido envolvente, este evento especial tendrá lugar en los cines en exclusiva y por una única noche.
Funciones:
Mallplaza Calama: 19:30 hrs.
Mallplaza Antofagasta: 19:00 hrs.
Cinépolis Vivo Coquimbo: 19:30 hrs.
Cinépolis Vivo Imperio: 19:00 hrs.
Arauco Maipú: 19:30 hrs.
Cinépolis Plazuela Independencia Puente Alto: 19:00 hrs.
Parque Arauco: 19:30 y 20:30 hrs.
Cinépolis Mallplaza Egaña: 19:30 y 20:30 hrs.
Cinépolis La Reina: 19:00 y 20:00 hrs.
Plaza Maule Talca: 19:00 hrs.
Cinépolis Vivo Outlet Temuco: 19:00 hrs.
Cinépolis Paseo Costanera Puerto Montt: 19:30 hrs.
Arauco Chillán: 19:00 hrs.