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Sin Norte

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Una de las frases despectivas que viene penando al cine chileno desde hace tiempo es que “no trata de nada”. La otra, es que las películas hablan “o de la dictadura o de sexo”, esta última ya está bastante superada. Pero la primera se ha negado a desvanecerse del todo. Por suerte, la obra estelar de visionarios como Pablo Larraín, Sebastián Lelio y Sebastián Silva, por mencionar sólo a algunos, ha situado al cine chileno en un lugar de privilegio sin antecedentes. Les llueven los premios en los festivales más prestigiosos del mundo y, aunque aún no termina por ceder del todo, la taquilla nacional está empezando a tomar nota. No obstante, son obras perdidas, melindrosas y poco consideradas con el espectador, como “Sin Norte” –pocas veces una cinta ha tenido un nombre tan penosamente adecuado–, las que amenazan con embarrar todos los logros de los buenos directores nacionales.

Cuando Esteban (Koke Santa Ana) se entera que Isabel (Geraldine Neary), una ex novia –o amiga con ventaja–, partió al norte del país sin dejar ninguna explicación o pista aparte de unos videos subidos a un iPad, decide salir a buscarla. En este viaje se encontrará con gente de lo más diversa, que lo irá guiando por lugares ocultos y bellos del desierto chileno.

A “Sin Norte” le falta exactamente eso: un norte.  Es una seguidilla de imágenes y momentos, algunos buenos, la mayoría no tanto, hilados por una narrativa casi inexistente. Este detalle es su gran punto en contra. Si hubiera optado por dejar de lado cualquier intención de plasmar una línea argumental, la cinta podría haber sido de frentón una obra experimental y sin estructura, pero este intento por darle un centro es lo que termina por indefinir tanto su género como su tono. A ratos recuerda a “Crystal Fairy & The Magical Cactus And 2012”: Ambas transcurren en el norte y son bastante sueltas en su construcción, sin embargo, lo que la segunda tenía de liviandad, humor y casualidad, puntos a favor que terminaban por volverla un pequeño goce, la primera desperdicia el tiempo en reflexiones a medio cocer sobre la mortalidad o el rol de cada persona en el mundo. El que esto se intente transmitir por medio de la sabiduría popular de una serie de personajes comunes y corrientes no es una mala idea, pero lo que termina por lograr es más bien la irrelevancia absoluta del protagonista. Quizás esta película habría funcionado mucho mejor como un documental dedicado a buscar estas respuestas en los lugares donde menos se supone que deberían estar.

Como protagonista, Koke Santa Ana no hace un mal trabajo. Su interpretación es creíble, aunque por momentos no pueda esconder sus credenciales de animador de televisión y personalidad de YouTube. Sus expresiones y actuar son las correctas con las emociones que debe representar, no así su elección de tono cuando habla con el resto de las personas: en ciertos pasajes pareciera que los está entrevistando para un programa de viajes para la televisión abierta.

A pesar de todo, sus acciones resultan conservadoras dentro de una película que se destaca por una histeria constante y extrema. Desde la decisión de la co-protagonista de irse de viaje sin avisarle a nadie, como la de Esteban de seguirla, no sólo arriesgando su trabajo, sino que también perjudicando a sus co-trabajadores, hasta la forma en la que está montada toda la película, revelando una falta de autoconsciencia enorme. En ningún aspecto esto está más claro que en la carencia absoluta de reparos hacia la compresión del espectador. Es cierto que esto es un arma de doble filo, pero el rol del director en este aspecto es el de traductor: desde su idea o sentimientos, hacia una serie de códigos que puedan transmitirlas de una manera efectiva en el público.

No todo está desperdiciado en “Sin Norte”. El uso de la cámara es quizás lo mejor de toda la película. Junto con esto, los realizadores supieron apreciar los entornos naturales en los que situaron su historia. Los paisajes del norte de Chile están bellamente encuadrados, destacando especialmente un plano largo que parte desde el hombro del protagonista y lo sigue mientras desciende hacia un salar. Desgraciadamente, acá se acaba lo destacable.

A fin de cuentas, lo que esconde la desgraciada frase “el cine chileno no trata de nada”, es que una película carece de razón de ser. No todas las ideas nacen para ser llevadas a cabo en un medio artístico, y las que sí, suelen pasar por arduos procesos para ser perfeccionadas, cambiadas y pulidas, hasta que toman una forma definitiva. Frente a esto, “Sin Norte” parece más el capricho de gente con tiempo y dinero de sobra a quienes les pareció atractivo mover un par de cámaras hacia el norte del país y ver qué ocurría.

Por Lucas Rodríguez

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Lightyear

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Lightyear

“Lightyear” inicia con un pequeño título que dice que, en los años noventa, Andy, el personaje de la serie de “Toy Story”, recibió un juguete de su película favorita, y esta es esa película. Lo anterior podría llevar a imaginar que la cinta en cuestión tendría una estética noventera o tomaría elementos de películas de aventura de la época, de la misma manera que, por ejemplo, la serie “Stranger Things” se apoya en la estética y el estilo del terror de esa época, apropiándose de la narrativa y el estilo de esa década. Sin embargo, acá las referencias a la época comienzan y terminan con ese título inicial, y la obra rápidamente se transforma en otra simple película de aventura. Esto no es necesariamente malo, “Lightyear” es una película completamente funcional, entretenida y que, aunque a ratos se puede volver predecible, logra sorprender con algunos giros, pero esto genera que ese título inicial pierda sentido, y pone en cuestionamiento la razón de ser de esta película.

La historia comienza cuando, luego de quedar varados en un planeta hostil, Buzz Lightyear junto a su compañera Alisha hacen lo posible por llevar a la tripulación de vuelta a casa. Con la ayuda de científicos logran desarrollar un combustible experimental que podría salvarlos, pero durante los experimentos descubren que Buzz Lightyear, piloteando la nave de prueba, experimenta el tiempo de manera diferente: lo que en esa nave son minutos, en la superficie del planeta son años. Sin embargo, Buzz es incapaz de rendirse, y lo sigue intentando durante años y años, durante los cuales sus amigos y colegas envejecen mientras él se mantiene de la misma edad. Todo cambia cuando, al volver de uno de estos ensayos, descubre que algo ha cambiado: el planeta ha sido invadido por robots alienígenas. Con la ayuda de Izzy, nieta de su compañera, Lightyear deberá enfrentarse a estos robots para salvar al planeta y tener una oportunidad para volver a casa.

La de “Lightyear” es una trama que, a pesar de tocar temáticas interesantes sobre el paso del tiempo y la culpa, a ratos se siente muy complicada, ya que pasa mucho antes de que la trama principal siquiera comience. Esto hace que los tópicos que la película tratará a lo largo de su conflicto principal queden un tanto sobreexplicadas durante la primera media hora, lo que genera una desconexión entre lo que los personajes experimentan versus lo que los espectadores entendemos. Cuando Buzz se da cuenta de qué es lo que debe aprender para resolver el conflicto, es algo que se ve venir desde el principio de la historia.

Si bien, esto puede hacer que la película se sienta algo predecible desde un punto de vista temático, desde una perspectiva narrativa funciona bastante bien como cinta de acción y aventura. El universo que construye es visualmente rico y bastante especial, y se beneficia de diversas ideas sobre física cuántica que han sido exploradas en gran cantidad por películas de ciencia ficción, particularmente desde el aspecto de viajes en el tiempo.

Es interesante además que, a diferencia de muchos otros productos de nostalgia actuales, “Lightyear” se ve obligada a construir un universo completamente nuevo, puesto que las referencias que existen en las películas de “Toy Story” son sumamente vagas y genéricas, y es un desafío que el equipo tras esta película logra cumplir de forma satisfactoria. Buzz Lightyear, como personaje, es complejo e interesante, alejándose lo suficiente del juguete de sus películas madre para sostenerse como protagonista, pero logrando mantener suficientes elementos para sentirse familiar. Después de todo, el juguete supuestamente está basado en este personaje.

Por cierto, es difícil alejarse de las películas de “Toy Story”, no sólo porque “Lightyear” sea supuestamente el origen del juguete, sino porque está llena de referencias a la saga. La sombra de la tetralogía lo toca todo, tanto así, que a ratos pareciera que esta película es más una historia fan-made sobre el juguete que el verdadero origen del personaje. Y esto se debe a que no se siente como un producto de la época que supuestamente existe junto a los juguetes en el universo de “Toy Story”, sino que, en muchos sentidos, se percibe supeditada a los juguetes, tanto en sus referencias como en, incluso, un giro cerca del final de la historia.

Lo que queda es una sensación algo agridulce, ya que, cuando se concentra en ser sólo una película de aventuras, “Lightyear” funciona bastante bien, con un universo interesante, personajes coloridos y tensas secuencias de acción, incluso si no llega a los niveles de profundidad temática y madurez emocional de otras películas de Pixar. Lo anterior hace que se sienta como una oportunidad perdida porque como referencia a “Toy Story” no funciona tan bien como parecían ser sus intenciones, pero cuando se aleja de ella la historia marcha mucho mejor y queda la sensación de que hubiera sido aún mejor sin ninguna referencia, sólo existiendo por sí misma.


Título Original: Lightyear

Director: Angus MacLane

Duración: 100 minutos

Año: 2022

Reparto: (voces) Chris Evans, Keke Palmer, Peter Sohn, Taika Waititi, Dale Soules, James Brolin, Uzo Aduba, Mary McDonald-Lewis, Isiah Whitlock Jr., Angus MacLane, Bill Hader


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