Al momento de adaptar una obra literaria, el objetivo de expandir e incluso explorar nuevos rincones debe ser fundamental para que tal traspaso sea posible. Existen piezas literarias que, debido a su envergadura o complejidad, son difíciles de llevar a la pantalla grande, por lo tanto, el lenguaje audiovisual toma preponderancia y le otorga al material original en cuestión un aire nuevo, casi de carácter original. El director irlandés John Crowley (“Boy A” de 2007 y “Brooklyn” de 2015) es el encargado de dar vida a “El Jilguero”, novela del mismo nombre escrita por Donna Tartt, donde la vida de un joven se ve cruzada por la tragedia y el arte.
Después de la muerte de su madre en un atentado en el Museo Metropolitano de Arte, Theo (Ansel Elgort) verá cómo su vida cambia completamente. Acogido por una acaudalada familia, Theo crecerá con la culpa en sus hombros, llevándolo a madurar de manera dura, pero buscando la redención, siempre aferrado a un pequeño cuadro con un jilguero que sobrevivió junto con él.
“El Jilguero” trata de abarcar alrededor de veintiún años de la vida del protagonista, siguiendo una estructura no lineal para contar sus cambios. La estructura de la cinta se mueve entre flashbacks y saltos hacia el presente para establecer un paralelo entre un preadolescente que sufre los cambios luego de la tragedia y, al mismo tiempo, un joven anticuario que ha aprendido de la manera más dura la forma de sobrevivir a la culpa y la traición.
La confrontación a la que ambas versiones se ven expuestas dialoga entre sí para que la audiencia pueda ver el paso del tiempo y cómo ciertos conceptos relacionados al dolor configuran a una persona, sin embargo, existen ciertos espacios sin rellenar que dejan con poca información, haciendo que los actos de la versión adulta de Theo se vean manchados de cierta confusión, dejando espacio a la duda frente a las decisiones que el protagonista ha tomado.
El diálogo que establece el pasado y el presente queda de manifiesto no tan sólo por el recurso no lineal y de salto temporal, sino que también en cómo las relaciones que Theo forma afecta su carácter y manera de ver la vida, particularmente su paso por la familia que lo acoge, quienes logran entregarle la contención necesaria para seguir adelante. Además, su encuentro con un anticuario –quien se transformará también en su tutor– creará en él el deseo de no sólo restaurar muebles antiguos, sino que también a sí mismo. Finalmente, la figura del cuadro que Theo logra salvar después del atentado que cobró la vida de su madre traspasará la historia como una suerte de macguffin, con el objetivo de recordar al protagonista el peso que tienen ciertos momentos y cómo el pasado siempre lo va a perseguir.
Uno de los puntos más altos de la cinta es la dirección de fotografía a cargo de Roger Deakins, quien no deja de sorprender con la composición y el uso de la luz en espacios cerrados y casi claustrofóbicos, y la manera en que estos logran crear un ambiente cálido y de bienestar, y al mismo tiempo utilizar de forma adecuada los espacios abiertos, donde la inmensidad del lugar envuelve a lo pequeño que se pueden sentir los personajes. Por otra parte, la dirección de arte destaca al crear un mundo atemporal, donde objetos de gran valor artístico cobran vida y aportan a crear un relato donde lo antiguo quiere traspasar y convivir con lo moderno.
“El Jilguero” parece tener un gran potencial como un relato sobre crecer y cómo un trauma puede configurar por completo a una persona. Explorando con claridad en esta idea, el relato tiende a perder peso, continuidad e interés, por lo que, ya cuando la cinta se centra completamente en la vida adulta del protagonista, el objetivo se ha perdido y sólo comienza a dar vueltas en un metraje más extenso de lo necesario, fallando a su premisa por querer abarcar en su totalidad una historia que parece más grande de lo que es.
Título Original: The Goldfinch
Director: John Crowley
Duración: 149 minutos
Año: 2019
Reparto: Ansel Elgort, Nicole Kidman, Sarah Paulson, Luke Wilson, Jeffrey Wright, Aneurin Barnard, Willa Fitzgerald, Luke Kleintank, Ashleigh Cummings, Finn Wolfhard, Denis O’Hare
“Lightyear” inicia con un pequeño título que dice que, en los años noventa, Andy, el personaje de la serie de “Toy Story”, recibió un juguete de su película favorita, y esta es esa película. Lo anterior podría llevar a imaginar que la cinta en cuestión tendría una estética noventera o tomaría elementos de películas de aventura de la época, de la misma manera que, por ejemplo, la serie “Stranger Things” se apoya en la estética y el estilo del terror de esa época, apropiándose de la narrativa y el estilo de esa década. Sin embargo, acá las referencias a la época comienzan y terminan con ese título inicial, y la obra rápidamente se transforma en otra simple película de aventura. Esto no es necesariamente malo, “Lightyear” es una película completamente funcional, entretenida y que, aunque a ratos se puede volver predecible, logra sorprender con algunos giros, pero esto genera que ese título inicial pierda sentido, y pone en cuestionamiento la razón de ser de esta película.
La historia comienza cuando, luego de quedar varados en un planeta hostil, Buzz Lightyear junto a su compañera Alisha hacen lo posible por llevar a la tripulación de vuelta a casa. Con la ayuda de científicos logran desarrollar un combustible experimental que podría salvarlos, pero durante los experimentos descubren que Buzz Lightyear, piloteando la nave de prueba, experimenta el tiempo de manera diferente: lo que en esa nave son minutos, en la superficie del planeta son años. Sin embargo, Buzz es incapaz de rendirse, y lo sigue intentando durante años y años, durante los cuales sus amigos y colegas envejecen mientras él se mantiene de la misma edad. Todo cambia cuando, al volver de uno de estos ensayos, descubre que algo ha cambiado: el planeta ha sido invadido por robots alienígenas. Con la ayuda de Izzy, nieta de su compañera, Lightyear deberá enfrentarse a estos robots para salvar al planeta y tener una oportunidad para volver a casa.
La de “Lightyear” es una trama que, a pesar de tocar temáticas interesantes sobre el paso del tiempo y la culpa, a ratos se siente muy complicada, ya que pasa mucho antes de que la trama principal siquiera comience. Esto hace que los tópicos que la película tratará a lo largo de su conflicto principal queden un tanto sobreexplicadas durante la primera media hora, lo que genera una desconexión entre lo que los personajes experimentan versus lo que los espectadores entendemos. Cuando Buzz se da cuenta de qué es lo que debe aprender para resolver el conflicto, es algo que se ve venir desde el principio de la historia.
Si bien, esto puede hacer que la película se sienta algo predecible desde un punto de vista temático, desde una perspectiva narrativa funciona bastante bien como cinta de acción y aventura. El universo que construye es visualmente rico y bastante especial, y se beneficia de diversas ideas sobre física cuántica que han sido exploradas en gran cantidad por películas de ciencia ficción, particularmente desde el aspecto de viajes en el tiempo.
Es interesante además que, a diferencia de muchos otros productos de nostalgia actuales, “Lightyear” se ve obligada a construir un universo completamente nuevo, puesto que las referencias que existen en las películas de “Toy Story” son sumamente vagas y genéricas, y es un desafío que el equipo tras esta película logra cumplir de forma satisfactoria. Buzz Lightyear, como personaje, es complejo e interesante, alejándose lo suficiente del juguete de sus películas madre para sostenerse como protagonista, pero logrando mantener suficientes elementos para sentirse familiar. Después de todo, el juguete supuestamente está basado en este personaje.
Por cierto, es difícil alejarse de las películas de “Toy Story”, no sólo porque “Lightyear” sea supuestamente el origen del juguete, sino porque está llena de referencias a la saga. La sombra de la tetralogía lo toca todo, tanto así, que a ratos pareciera que esta película es más una historia fan-made sobre el juguete que el verdadero origen del personaje. Y esto se debe a que no se siente como un producto de la época que supuestamente existe junto a los juguetes en el universo de “Toy Story”, sino que, en muchos sentidos, se percibe supeditada a los juguetes, tanto en sus referencias como en, incluso, un giro cerca del final de la historia.
Lo que queda es una sensación algo agridulce, ya que, cuando se concentra en ser sólo una película de aventuras, “Lightyear” funciona bastante bien, con un universo interesante, personajes coloridos y tensas secuencias de acción, incluso si no llega a los niveles de profundidad temática y madurez emocional de otras películas de Pixar. Lo anterior hace que se sienta como una oportunidad perdida porque como referencia a “Toy Story” no funciona tan bien como parecían ser sus intenciones, pero cuando se aleja de ella la historia marcha mucho mejor y queda la sensación de que hubiera sido aún mejor sin ninguna referencia, sólo existiendo por sí misma.
Título Original: Lightyear
Director: Angus MacLane
Duración: 100 minutos
Año: 2022
Reparto: (voces) Chris Evans, Keke Palmer, Peter Sohn, Taika Waititi, Dale Soules, James Brolin, Uzo Aduba, Mary McDonald-Lewis, Isiah Whitlock Jr., Angus MacLane, Bill Hader