Cine
Batman vs Superman: El Origen de la Justicia
Published
8 años agoon
La sucesión de hitos previos a que las películas arriben a salas, hoy parece ser el momento clave para los destinos de la industria. Los estrenos quedan atrás y todas las ansias acumuladas se trasladan a los siguientes en el calendario, siendo, en definitiva, pocos los títulos dueños de suficientes virtudes para mantenerse inamovibles en el recuerdo. Así es en estos días en que reina el hype, en que se persigue como sea la marca del tráiler más visto en sus primeras horas y nada importa más que montar (o remontar) franquicias colosales. En el último par de años, después del anuncio de regreso de “Star Wars”, puede que el acontecimiento fílmico más esperado sea el encuentro en una sola cinta de los dos personajes más icónicos de DC Comics. Un sueño hecho realidad para millones, sólo materializado por el acierto que representó “Man Of Steel” (2013), y que responde a la urgencia de Warner de salir a dar pelea con su propia saga de superhéroes. Desoyendo que pocas veces Hollywood provee de buenos productos cuando se alían el apuro con el cálculo, Zack Snyder gasta todo el arsenal en convencer de lo contrario.
Acoplada a los hechos finales del anterior acercamiento fílmico a Kal-El, “Batman vs Superman: El Origen de la Justicia” parte mostrando cómo Lois Lane (Amy Adams) es rescatada por el hijo de Krypton (Henry Cavill) tras verse envuelta en una misión de la CIA. Aunque Superman es visto como un héroe por la mayoría de Metrópolis y el resto del mundo, después de ese hecho su figura aumenta en controversia, lo que se suma a los coletazos de su fatal contienda con el general Zod. Su condición de alienígena-dios es observada con especial recelo por Bruce Wayne (Ben Affleck), quien lleva años combatiendo el crimen en la vecina ciudad de Gótica. A la par que Superman se ve más cuestionado y el inminente enfrentamiento con Batman empieza a latir más fuerte, un millonario científico, Lex Luthor (Jesse Eisenberg), intenta adueñarse de un valioso descubrimiento.
“Man Of Steel”, aunque no terminó siendo una respuesta brillante a la trilogía del Batman de Nolan, resalta como una obra a guardar en la memoria. Por otros motivos, tal vez ocurra lo mismo en años venideros con este experimento de Warner, una especie de secuela/nuevo comienzo fruto únicamente de la desesperación del estudio de entrar a rivalizar pronto con Disney y Marvel. Desechada la idea de una segunda parte de la cinta de hace tres años, se presenta el choque de los dos personajes más legendarios de este universo de viñetas, en una apuesta del todo o nada que prometía remecer la pantalla y la industria a niveles jamás vistos.
Luthor en un momento define a la perfección lo que implica el combate entre Superman y Batman: “El enfrentamiento de gladiadores más grande en la historia del mundo. Dios contra el hombre. Día contra la noche. Hijo de Krypton vs Murciélago de Gótica”. Todo eso debió haber sido, pero la promesa de una gran película queda inconclusa. Aparte de ser una cinta de logros modestos, antes de llegar a concretarse esa colisión el filme gasta un gran trecho en emplazarse y definir su marco de acción, no siempre asentado de manera vigorosa, ni mucho menos distinguida. Sin embargo, el delineamiento de la premisa sí cobra sentido, especialmente porque Snyder replica con prestancia a todos quienes señalaron que su largometraje anterior pecaba de destructivo y ruidoso, utilizando el final de esa película como primer sostén de una trama que luego alcanza vuelo propio.
En ese primer esbozo, si existe algo que provoca ruido es que no queda cimentado de manera consistente el modo en que el planeta ha reaccionado ante la aparición de Superman. La cinta, como varias veces más adelante, inyecta desmedida prisa y en seguida avanza hasta llegar a instalar otro clima de la percepción que tiene la Tierra sobre el superhombre. Ahí aparece la figura de Batman, para encarnar el creciente descontento del mundo con el dios de Krypton; un móvil claro, al que el guión no le da mayores variaciones ni matices, ni tampoco causas. Eso procede de que, en su integridad, así es la película en su ejecución más fina: hasta al menos el tercio final pone en una sola dirección a sus personajes, estáticos en sus ejes, pero no termina de concederles razones sólidas y atendibles a sus motivaciones. Pasa con Batman, con Luthor, con Lois Lane: hay vaguedad en cuanto a qué los impulsa a desplazarse en sus respectivas trayectorias.
El dilema de la humanidad ante la presencia de Superman sirve de justificación ante todo y, la verdad de las cosas, el asunto no da el ancho. Menos si el cariz que se le desea estampar es el de una severa oscuridad. El hecho de que no haya consenso de si es alguien en quien confiar o una amenaza –algo arrastrado desde la cinta que la antecede– quiere ser utilizado como un árbol del que se desprendan todas las ramificaciones y provea, además, de buenos frutos. Pero en una cinta que por muchos momentos aspira a ser definitiva, cada impulso narrativo no puede nacer sólo de allí. La película, a la larga, se pavimenta un camino que no termina de cuajar: avanza rauda dando brochazos y sembrando interrogantes de las que no se hace cargo, mientras, al mismo tiempo, se reviste de una imponente carga dramática; en suma, se niega a abandonar la aspiración de ser una filme que viene a marcar un antes y un después, pese a que para muchas cosas es de frentón ramplona.
Para enfoques de ese tipo, ciertamente la pantalla grande no luce como el mejor lugar para darles desarrollo. En tanto, la propuesta hace aumentar la extrañeza con algunas llamativas inserciones. Por un lado, surgen varias bromas bastante triviales que aluden al inminente enfrentamiento, y por otro, está el pequeño pero saludable espacio otorgado a Alfred, encarnado por Jeremy Irons, y Perry White (Laurence Fishburne), quienes dan un leve barniz de distención. El Luthor de Jesse Eisenberg, en tanto, se mueve constantemente en los límites de la caricatura, y si bien es un villano digno, es cuestionable si era lo que la historia necesitaba; en particular porque, si hubiera que emparentarlo, está ligeramente más cerca del Electro de “The Amazing Spider-Man 2” (2014) que del Joker de “The Dark Knight” (2008), más allá de los deseos nada sutiles de aproximarlo a este último.
Esa suma de condimentos no aligera a la película, no produce el contrapeso requerido, porque la puesta en escena de Zack Snyder tiñe todo de un acento fatídico incontrarrestable (el mismo que tuvo su peor faceta en “Sucker Punch”, de 2011). Sin embargo, los mismos dan pequeñas luces y establecen un puente con lo que sucede en su parte final, cuando el filme adquiere una tonalidad que lo instala cerca de algo que luce más genuino y adecuado: un entretenimiento consciente de sus limitaciones, con un manejo del drama más contenido. Ahí la cinta se toma libertades incluso mayores, pero por cómo se reconduce el trayecto y lo firme que termina el relato, ninguna de ellas parecen pecados mortales. Snyder no da con esa tecla antes, mostrándose más extraviado y dubitativo que innovador en cuanto a cómo desea sumergirse en la historia (algo que también se traslada a la banda sonora de Hans Zimmer y Junkie XL, muchas veces desencajada). Así, no luce absurdo que, estrujado por estar a la altura de los personajes y la historia que cargan, se haya decantado por esta vía de contornos oscuros y en algún momento –ya muy tarde– haya querido dar marcha atrás.
Tal vez su principal error sea cómo busca dar sustento al choque definitivo entre estas dos figuras gigantes. No hay problema en cómo la película comienza a proyectar el acercamiento a la catástrofe. En ese sentido, ayuda el convencimiento que en primera instancia genera Ben Affleck y su Batman, que viene de vuelta y es más sucio que cualquier otra versión del personaje en cine; lo mismo sucede con Superman, cuyas acciones de la primera cinta aquí tienen continuidad. Sin embargo, el filme erra al jalar el gatillo cuando evidentemente faltan eslabones para que resulte plausible que no haya mayor solución que acabar con el otro, sobre todo si se sabe que en su origen son personajes más inteligentes y perspicaces que los aquí retratados. Ese trazo tan poco delicado desemboca en que la secuencia cúlmine sepa menos dulce y que el verdadero instante en que se erizan los pelos sea sólo un momento onírico.
En cuanto a coherencia interna, encanto de los personajes y puesta en escena, es menos que “Man Of Steel”. Gana, eso sí, en cómo maneja y balancea la acción, aunque, justamente sacando brillo a eso, peca de evidente en su tramo final al excederse en explicaciones. Película que expone a toda vista los atractivos y pecados de los blockbusters en su faceta más desatada, tal vez lo más atractivo que tiene para ofrecer es el camino que despeja. Aunque puede ser odioso que se ofrezca nuevamente la puerta de entrada a algo más grande –y no una cinta hecha y derecha–, los canapés ofrecidos y el desenlace alientan a esperar con atención qué tiene para ofrecer en los próximos años Warner y DC. No habría cómo culpar a quién se sienta decepcionado de que este encuentro fílmico no sea apoteósico y no represente un despegue definitivo para esta incipiente saga, pero hay destellos suficientes para darle al menos una oportunidad más al estudio.
Por Gonzalo Valdivia
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Cinépolis Plazuela Independencia Puente Alto: 19:00 hrs.
Parque Arauco: 19:30 y 20:30 hrs.
Cinépolis Mallplaza Egaña: 19:30 y 20:30 hrs.
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