En el mundo del cine está demasiado instalada la idea de que hay que cuidar que las superproducciones no traspasen ciertos límites que puedan ocasionar que sea impuesta una restricción muy dura; en otras palabras, es menester suavizar y pasar por agua todo lo que pueda resultar ofensivo para aminorar la chance de desastre comercial. Si el engranaje de la industria hubiera funcionado acorde a sus pautas más obvias, una película como “300” (2007) nunca debió haberse transformado en un suceso. La razón es bastante evidente: los blockbusters con esa violencia a destajo y ese elevado contenido sexual no se hacen, y si se hacen, tienen como destino más seguro pasar sin pena ni gloria. “Troy” (2004) y “Wanted” (2008) son de las muy pocas cintas dirigidas a un público adulto que han resultado un éxito, mientras que realizaciones como “Watchmen” (2009) y “Dredd” (2012) indican claramente que este tipo de filmes no suelen funcionar en taquilla.
Se podría decir que lo que influyó en la sonada repercusión de “300” fue que detrás de la apuesta había un estudio gigante como Warner Bros. o que la audiencia ansiaba ver en acción a un grupo de hombres de trabajados músculos. Pero ninguna opción parece tan atendible como que, para buena parte del público, resultara irresistible lo que se ofrecía: sangre, testosterona y sexo, todo envuelto en una visualidad que intentaba emular la novela gráfica y, por último y no menos importante, un foco puesto en la heroica lucha de unos pocos frente a un ejército invasor compuesto por miles. Sin tomar en cuenta las limitaciones de un producto de estas características, la película permitió el salto a la palestra de Zack Snyder y Gerard Butler, junto con ser el primer largometraje en cine del alemán Michael Fassbender. Han pasado siete años desde el estreno y no se puede negar que en WB han estrujado su ingenio para sacar adelante una nueva cinta que les permita emular la hazaña comercial de la primera parte.
“300: El Nacimiento de un Imperio”, en una audacia del guión, cuenta hechos anteriores, simultáneos y posteriores a la Batalla de las Termópilas. El filme comienza con el relato de la Batalla de Maratón, en la que el rey persa, Darío (Igal Naor), es liquidado por el general ateniense Temístocles (Sullivan Stapleton). Una victoria que nunca es asimilada como completa por el griego, pues sabe que debió haber matado a Jerjes (Rodrigo Santoro), el hijo de Darío. Sus temores se concretan, ya que el joven persa, luego de ser incitado a buscar venganza y a arrasar con las polis griegas, se convierte en el “Rey Dios”. Ante la avanzada persa, Temístocles intentará unificar a Grecia para poder hacer frente al imperio invasor liderado en batalla por la implacable general de guerra, Artemisia (Eva Green).
El experimento al que ha dado vida el equipo encabezado por Noam Murro sólo se puede comparar con “The Bourne Legacy” (2012), pues aunque las motivaciones de las realizaciones sean diferentes –la negativa de su principal estrella a volver a una cuarta entrega, versus las restricciones de un guión que concluyó con (casi) todos sus protagonistas muertos-, ambas coinciden en que apuestan por rodear las historias en las que se basan. “300” se dedicaba exclusivamente a contar una fracción del ataque del imperio persa sobre Grecia, quizás aquel más interesante para una propuesta cinematográfica con el énfasis en la técnica. Esta segunda parte expande el conflicto que antes se esbozaba, junto con dedicarse a explicar los orígenes de Jerjes y resolver qué sucedió tras la derrota de Leónidas y los suyos. La película, en otros términos, mete a la olla todo lo que tiene a mano para armar una secuela improbable, en un desesperado intento por exprimir como sea un taquillazo.
Siempre estuvo claro que la ambición de “300” no era más que la de explotar las posibilidades de lo computarizado para armar un entretenimiento que apelara a los instintos más básicos del ser humano. Nunca hubo intención de dar una clase de historia ni mucho menos de hablar de valores o grandes temas, y si estos ocupaban algún espacio en la cinta, sólo era con fines de maquillar una trama desvalida. No es ninguna novedad que “300: El Nacimiento de un Imperio” no aspire a más que eso. La mayor noticia, en este caso, es que no renuncia a sus estandartes –la descarnada violencia, la erotización del combate-, pese a la tentación que pudo haber existido de ablandar el producto para atraer a más gente a las salas. Además, aquello que era su principal baluarte, la pericia técnica, es perfeccionado por el director Noam Murro gracias a que ocupa con una cuota aceptable de sentido los mayores avances que ha tenido el cine de consumo masivo en estos siete años. Al final, el enfrentamiento puede no comprometer nuestros ánimos, pero las batallas están armadas con la suficiente destreza para mantener fascinado al ojo.
Lo que no se puede eludir es que la fórmula de ambos filmes es básica, primigenia si se quiere. Mucha cámara lenta y mucha sangre desparramada al lente al momento de plantear la acción –quizás el doble que en la primera, con el fin de sacar provecho al 3D-, a la vez de ausencia de grosor en los hechos narrados y escasez de flexibilidad en las actuaciones. De hecho, si la apuesta no estuviera plasmada con habilidad, no costaría nada de trabajo mantenerse indiferente ante el festín de lanzas y vísceras. Lo que con toda seguridad no logra el estilizadísimo diseño gráfico, es que la violencia siquiera se acerque a ser una vivencia estética. Este aspecto será su mayor fortaleza, pero ni antes ni ahora alcanza ribetes de genialidad.
Acaso lo más latero de la película es que, como debe acudir a todo lo que tiene a disposición para dar con su historia, borra toda huella de sorpresa. Tanto a lo que se alude en la primera cinta como en la de ahora es pasado a imágenes, quedándose prácticamente ningún hecho sólo en la mención. El espectador, de esta manera, es despojado de la posibilidad de completar con su imaginación lo referido, pues todo está ahí, en la pantalla. Este es un evidente signo de nuestros tiempos y, por supuesto, del cine que se hace hoy en Hollywood, pero no por eso se debe pasar por alto ni es más admisible.
En síntesis, este híbrido entre precuela y secuela no deja nada para llevarse al hogar, pues no es más que un rebuscado divertimiento de dos horas. En esto hay que ser categórico: sus alcances no se amplían más allá de sus minutos de duración. Con todo lo que implica, la cinta repite casi tal cual las virtudes y vicios de su predecesora. Quién haya gozado con tal película, de seguro disfrutará tanto o más con esta. Quién no, ya está advertido.
Buen enfoque de la pelicula, deja clara la idea si es que se iba ir a ver mas de lo mismo o algo peor, bien trabajada la idea desde los conceptos mismos de lo que es el cine en la actualidad, se agradece la revision
Únete a la familia global de Metallica el jueves 13 de abril para una Listening Party mundial. Podrás disfrutar en primicia del nuevo álbum de la banda, “72 Seasons”, un día antes de su lanzamiento oficial. En la gran pantalla y con un demoledor sonido envolvente, este evento especial tendrá lugar en los cines en exclusiva y por una única noche.
Funciones:
Mallplaza Calama: 19:30 hrs.
Mallplaza Antofagasta: 19:00 hrs.
Cinépolis Vivo Coquimbo: 19:30 hrs.
Cinépolis Vivo Imperio: 19:00 hrs.
Arauco Maipú: 19:30 hrs.
Cinépolis Plazuela Independencia Puente Alto: 19:00 hrs.
Parque Arauco: 19:30 y 20:30 hrs.
Cinépolis Mallplaza Egaña: 19:30 y 20:30 hrs.
Cinépolis La Reina: 19:00 y 20:00 hrs.
Plaza Maule Talca: 19:00 hrs.
Cinépolis Vivo Outlet Temuco: 19:00 hrs.
Cinépolis Paseo Costanera Puerto Montt: 19:30 hrs.
Arauco Chillán: 19:00 hrs.
Francisco
12-Mar-2014 at 11:23 am
Buen enfoque de la pelicula, deja clara la idea si es que se iba ir a ver mas de lo mismo o algo peor, bien trabajada la idea desde los conceptos mismos de lo que es el cine en la actualidad, se agradece la revision